Es parte de una de las familias más tradicionales de la ciudad. Cuando tenía 14 años, en 1930, fabricó una baquet Rugby. También fue aficionado a las motos y su especialidad fue la puesta a punto de motores de dos tiempos.

“Hoy quiero recordar a Manuel Romera, mi papá, sería su cumpleaños 103… Esta foto –la que ilustra esta nota- es en nuestra querida Plaza Libertad, creo año 1935, fíjense que casi no había árboles, y él ahí arriba de una Moratón 500, tendría 21, o 22 años. Sigue estando entre nosotros y fundamentalmente en mí, lo hizo posible casi todo, un grande y muy humilde”, escribe Ricardo Hugo Romera. Y sigue: “viejo sabio si los hay, quien tuvo la oportunidad de conocerlo, habrá recibido algún consejo, alguna anécdota, alguna historia vivida contada con sensación de presencia, alguna clase técnica mecánica o electromecánica o compartido en alguna reunión la risa y la sorpresa que siempre supo manejar. Amó a su esposa, Dora Nélida Gutiérrez, por sobre todas las cosas, a sus hijos Dora Araceli, Juan Manuel y Ricardo incondicionalmente, procurando que nada le pasara y nada les faltara. A sus hermanos Juan, Andrés, José, Salvador, María, Ramón, Francisco y Isabel que adoraba y respetó hasta su último aliento. Fiel, trabajador incansable, un hombre cabal, honesto, sincero, felices los años compartidos de familia y trabajo feliz de haber aprendido a su lado el oficio que marcó mi vida para siempre. Mecánico de aquellos tiempos, que fabricaban partes para refaccionar los autos de aquella época, y también construir el propio vehículo, cuando tenía 14 años fabrico su primer auto, una baquet Rugby en 1930. También fue aficionado a las motos y su especialidad fue la puesta a punto de motores de dos tiempos, pero el tenia para su uso Norton 500, o Harley Davidson 1200 cc3. 

Su historia

Hijo de don José Romera y Araceli Pelegrina, oriundos de Andalucía España, que vinieron a la tierra prometida a trabajar la tierra como lo hacían en su país de origen. Sus hijos, vieron otro futuro, y se inclinaron a la tecnología que en aquellos años estaba en la industria automotriz y el avance vertiginoso. Manuel fue el sexto de 9 hermanos, 7 varones y 2 mujeres. Muy chico, con la ambición de colaborar con sus hermanos y padres, fabricó un cajón de lustrador de zapatos, con su cepillo, franela etc., cuando estaba por emprender el negocio y al salir a la vereda, lo detuvieron sus hermanos y no lo dejaron. Él siempre lo contaba con una sonrisa porque era muy pequeño (6 o 7 años). Después consiguió trabajo en una Farmacia a los 9 años, y aprendió a elaborar la limonada roche que siempre recordaba. Pero su destino estaba marcado, sería un eximio mecánico, a los casi 10 años ya acompañaba a su hermano Andrés llevando el cajón de herramientas y colaborando con el alcanzándole las mismas, limpiando piezas etc.

La mecánica

Así fue creciendo, hasta armar su propio cajón y empezar a practicar la mecánica, aprendiendo las mejores artes del oficio que luego lo convertiría en hombre de consulta por muchos años. Sus pares lo respetaban porque era autodidacta, curioso, y su afán por saber lo llevo a lo más alto de su profesión que abrazo con pasión y disfruto hasta el final de su existencia. Un designio y la transferencia generacional, el cumplimiento estricto de la palabra, con trabajo, sacrificio, creando trabajo para sí y para los demás.