Hace apenas dos meses, estrenó en el Palacio Libertad una obra junto a Rod Schejtman, el prestigioso compositor y pianista, famoso por fusionar música clásica sinfónica con bandas de sonido de películas. La sinfonía se llamó ¡Viva la Libertad!, y fue interpretada por la Orquesta Sinfónica Nacional y dirigida por el maestro Emmanuel Siffert.
Una carrera con piezas icónicas
Lalo Schifrin fue uno de los más grandes representantes del arte argentino a nivel internacional desde mediados de los años '60, cuando hizo la icónica música de la serie Misión imposible. Fue un gran arreglador de jazz, un notable compositor de jazz latino, un magnífico músico clásico y un pianista virtuoso.
La pasión musical venía desde la cuna, ya que su padre fue maestro concertino de la Filarmónica de Buenos Aires durante tres décadas. Y si bien soñó el mismo destino clásico para su hijo, éste amplió sus horizontes. Alguna vez Lalo contó que el padre lo reprendió por elegir el jazz y “una vida llena de drogas, alcohol y mujeres en la noche”. Lo envió a estudiar abogacía, algo que Lalo eludió: se marchó a estudiar composición en el Conservatorio de París.
A su regreso a los 23 años -había nacido el 21 de junio de 1932 en Buenos Aires y cursó el secundario en el Colegio Nacional de Buenos Aires- era un excelente pianista de jazz y llamó la atención, nada menos, de un músico al que idolatraba: el trompetista Dizzy Gillespie, el maestro del bebop. Lalo le compuso una gran suite de cinco movimientos que tituló Gillespiana y Dizzy le ofreció unirse a su banda en Nueva York, en 1960.
Así comenzaría varias temporadas de giras y conciertos, en las que Lalo tocó con leyendas como Count Bassie, Ella Fitzgerald y Miles Davis. Antes, había estudiado piano con el padre de Daniel Barenboim y fue pianista de la orquesta de Xavier Cugat. Ingresado a la década del '60 se convirtió en un formidable arreglador, totalizando un centenar de producciones, incluyendo los discos de Gillespie y Stan Getz, o el brillante álbum The Cat, del organista Jimmy Smith, ganador del Grammy en 1964.
Escribió una autobiografía titulada Misión Imposible: Mi Vida en la Música, donde manifestó: "En la música, las opciones son infinitas. Las posibilidades de combinación de sonidos con los instrumentos acústicos de una orquesta sinfónica, una banda de jazz o un conjunto de cámara aún no se han agotado. Lo que se ha hecho hasta ahora en el campo de la música electrónica ni siquiera ha arañado la superficie de un vasto continente por explorar".
En otra oportunidad decclaró: “Hay dos artes del siglo XX que abracé, y no por snobismo: el jazz y el cine”. Pero fue mucho más, un músico formidable, completo. Sencillamente excepcional.