-El tema de los géneros musicales y el show fue algo que siempre tuve en mi cabeza… quería mezclar bien todos esos momentos, no solamente de géneros musicales, sino momentos de mi carrera. Porque he hecho cosas muy distintas, siempre me tomé la música como un juego y siempre me gustó experimentar a la hora de crear canciones y no hacer solamente una cosa. El momento en el que hacía hip hop, he colaborado con bandas de reggae, con bandas de cumbia, con bandas de rock... Y esas son cosas que me fueron quedando. Entonces el show lo armé como fue en mi vida. Cada etapa de mi carrera tiene su momento y queda muy lindo.
-Tus runflas ya se volvieron una marca personal con la que te asociamos. Venís de sacar temas con L-Gante, Luciano Pereyra, Ángela Leiva, Valentino Merlo y muchos más. ¿Cómo se gestan esas fusiones? ¿Arranca con una canción, con una idea...?
-Te cuento, por ejemplo… Bandido era una canción que iba a sacar yo solo y la escuchó FMK, le gustó y se quiso subir. Después la escuchó Rusher y le pasó lo mismo. Y les dejé el espacio para que armen lo que quieran dentro de la canción. Un año y medio después, cuando tuve que hacer Atorrante, fue distinto. Los Palmeras me habían contado en el backstage de un show que les gustaba mi música y que querían hacer conmigo. Entonces me fui al estudio y me puse a escribir algo pensando en Los Palmeras. Y eso se fue repitiendo. Romántiko, la última que lancé con L-Gante, se la mostré a Elián y le pregunté si le gustaba la temática y si le interesaba hacer un verso. Le gustó la canción y al otro día estaba grabando. Y hay otras canciones, como Podés pedirme perdón, que la escribí pensando en Ángela Leiva. A veces escribo pensando en el artista y a veces tengo la canción y se las doy para que pongan algo de ellos y se la adueñen. Me encanta que metan mano en las canciones, genera un sonido distinto que a mí quizás no se me hubiese ocurrido.
-Tu carrera empezó en el rap y el hip-hop y hoy hacés música que conecta con públicos muy distintos. ¿Cuándo sentiste que era momento de cambiar?
-No es que cambié de un día para el otro. Lo que me sucedió es que yo como productor y como compositor, en paralelo a mi carrera artística, ya venía escribiendo canciones para otros artistas. Hacía cumbia, reggae, reggaetón… Y muchas veces, para mandárselas, las grababa yo. Y me fui amigando con los distintos géneros musicales. Después, es verdad, pasé de ser mucho más cerrado en el nicho del hip-hop a abrirme un poquito más. Llegó un punto en que ya lo sentía súper natural y un día me salió Bandido, que es un bolero, y no lo vi como algo raro porque ya lo venía haciendo para otros artistas.
-El traje y el estilo de bar que aparece en tus videos y shows sí fueron parte de un cambio de imagen...
-Totalmente. Pasamos al traje porque sentí que acompañaba. El traje nace en Bandido, porque creo que tiene que ver con el bolero, con la música un poco más atemporal. Mi idea de estas canciones es que las escuches hoy, que las escuches dentro de 10 años y que sigan, que envejezcan bien, que no sean canciones ancladas a un sonido y a una época o estética. El traje y la estética de los videos no distrae y permite que se haga más foco en la canción y no tanto en toda la parafernalia que pueda haber alrededor.
Volver a empezar: crisis, reinvención y el poder de persistir
Pocos artistas logran sobrevivir a una caída de popularidad sin cambiar su esencia. Emanero pasó de tener un público adolescente fiel a sentir que ya no lo escuchaban. La pandemia, el paso del tiempo y una industria que se reinventa minuto a minuto lo empujaron a repensarse.
Lo que parecía un estancamiento terminó siendo una pausa necesaria. Fue entonces cuando sus canciones empezaron a resonar más allá del nicho y logró que lo escuchen como si nunca se hubiera ido.
A sus 38 años, el camino le resulta más claro.
-¿Te imaginabas alguna vez que ibas a conectar con mujeres de 40, 50... cuando tu música original quizás era más orientada para un público más juvenil y por lo general más masculino?
-Se sumó un público totalmente nuevo, también inesperado. Yo hice lo que me gustaba, lo que me divertía, lo que sentía que me salía bien en el estudio, y eso conectó con cierta audiencia. Y yo lo tomo súper natural. En mi época anterior tenía un público muy adolescente, de entre 14 y 19 años. Y hoy es un público que sigue estando, pero que se amplió mucho. Vienen a verme chicos jóvenes, gente de entre 20 y 30 y mucha gente de más de 40. Y todos conviven bien adentro del show y eso es muy lindo de ver, porque hay distintas maneras de vivir el show. Tenemos un sector adelante que es el que armamos con mesas, donde ofrecemos una especie de cena show donde podes tomar una copa de vino con amigos, podés estar en una butaca o podes estar en un sector parado, donde vas a saltar un poco más. Cada uno se amolda y arma su show a su manera.
A pesar del crecimiento profesional, Emanero sigue anclado a lo más básico: su familia.
Con una madre que va a todos sus shows, dos hermanas que lo acompañan desde siempre y un padre que, aunque fallecido, le dejó una herencia emocional y musical imborrable, Federico no pierde el eje.
Esa red íntima lo sostuvo en los momentos más duros y también lo impulsa a proyectar más allá de la música.
Y como todo artista inquieto, no se queda quieto.
Ya tiene en mente nuevos nombres para futuras colaboraciones y piensa en su próximo gran salto: llenar un estadio.
-¿Tu familia forma parte de ese bienestar, tanto personal como en tu carrera?
-Sí, total. Mi familia es muy importante, siempre me apoyaron mucho. Tuve la suerte de tener un hogar en el que me dieron absolutamente todo y yo pude dedicarme a lo que a lo que me gustaba y probar un montón de cosas. Además de que me ayudan en mi carrera artística, también me ayudan en el día a día a no estar todo el tiempo pendiente del proyecto Emanero, les preocupa más saber cómo estoy yo personalmente.
