San Agustín, un pueblo que celebró hace pocas semanas sus 115 años de vida, es el hogar de Elsa Galván, conocida como "Tita". Con 78 años, su historia está entrelazada con la de esta comunidad, donde ha vivido cada etapa de su vida. Su voz es un eco de recuerdos, tradiciones y un amor profundo por su tierra. A través de sus palabras, se recrea un mundo donde la conexión humana y la vida en comunidad, como ella sostiene, son fundamentales.

 

-¿Qué la une a San Agustín?

-He nacido acá, acá me he criado, acá me he casado, aquí he tenido mis 7 hijos y sigo aquí dándole pelea a la vida. Es un hermoso pueblo, ha sido en su momento casi una ciudad, pero bueno, estamos retomando otra vez ahora gente que vuelve, que regresa para tranquilidad y gente nueva también, y bueno, acá vamos.

 

-¿Qué recuerda de su infancia aquí en San Agustín?

-Una infancia como las de antes, de mucho trabajo, de mucha ayuda en familia, con muchos hijos. En casa de mi mamá, por ejemplo, éramos 11 hermanos, pero siempre con alegría y siempre para adelante, yo seguí la misma rutina.

 

-¿A qué se dedicaban su mamá y su papá?

-Mi papá tenía un carro de esos grandes que llevaban el cereal. Murió muy joven, así que mi mamá quedó viuda con tantos hijos y pudo seguir adelante haciendo de todo un poquito.

 

-¿Era una vida más rural de la que es hoy?

-Siempre vivimos en el pueblo de San Agustín, que somos un poco los que quedamos oriundos de acá, porque había más gente en los alrededores en algunos parajes como La Sota, en La Plata, pero acá en San Agustín yo siempre viví en el pueblo.

 

¿Cómo fue crecer con 11 hermanos?

-Difícil, eran todos varones y dos mujeres, así que el trabajo era intenso para nosotros en esas épocas porque ahora se complementan más los hombres en el trabajo de los quehaceres de la casa y que antes no era así. Fue así la vida, linda, fue nuestro momento.

 

-¿Qué recuerda de su paso por la escuela?

-También lindo, fui a la Escuela 86 que ya no existe porque era nacional. Después estuve colaborando con mis hijos en las Escuelas, en la provincial número 11 y en la secundaria número 2, ahí ya con mis hijos.

 

-¿En ningún momento pensó en irse de San Agustín y buscar nuevos horizontes?

-Jamás, jamás, es como bien se dice, mi lugar en el mundo, acá terminaré mi vida seguramente.

 

-¿Qué cosas la atrapan del pueblo que la hacen quedarse?

-No sé, me gusta mucho conversar, estar con la gente, con mis vecinos, anteriormente era más, tu vecino era como tu hermano. Siempre tengo mi gente acá alrededor donde tomamos mate, charlamos, siempre hay buena relación.

 

-En estos lugares más pequeños florece mucho más la solidaridad, verdad...

-Sin dudas que es así, nos conocemos todos, sabemos lo que nos pasa, nos conocemos todos, sabemos nuestras penas, nuestras alegrías.

 

-¿Cómo pasa sus días hoy en San Agustín?

-Gracias a Dios, como puedo andar, estoy siempre ocupada. Mantenemos el Grupo Rotario, somos muy poquitos, pero ahí estamos, con un Banco Ortopédico muy bueno, prestando cosas sin ningún gasto para la gente de San Agustín.

 

-¿Qué cosas le gustaría que no cambien del pueblo en los años por venir?

-Mi deseo? Que San Agustín siga siendo pueblo como fue siempre, donde nos saludamos con todo el mundo, nos levantamos la mano, nos decimos buen día, nos cruzamos. Queremos reflotar ahora el Centro de Jubilados que con la Pandemia había quedado cerrado.

 

-¿Usted vivió la época del ferrocarril?

-Si, pasaba el tren para Mar del Plata todos los días a las 8 y volvía a las 10 de la noche. Era una época linda, muy importante.

 

-¿Cómo era viajar en tren en aquellos años?-

Hermoso, lindo, me acuerdo cuando viajábamos a La Plata que vivían mis hermanos, nos sentábamos en los asientos de madera de los trenes, era un placer viajar. Ojalá volvieran los trenes porque hacen falta.

 

Reflexión final 

“Agradecida por esta nota, todo lo que digo y cuento me sale del corazón, ya que no tengo ningún estudio ni nada, todo lo que digo me sale así, del alma”.