Todos los días su sombra recortada se proyecta sobre el asfalto de la ruta nacional 226. Recorre varios kilómetros descalzo y sin abrigo para conseguir comida y algunos víveres que le permitan sobrevivir casi a la intemperie. Ricardo Quinteros fue gendarme y hasta fue empleado de la Municipalidad hace algunos años. Pero un drama familiar le cambió la vida y creen que lo afectó mentalmente. Desde entonces, se aisló y se recluyó en una vieja construcción abandonada ubicada en el interior de un campo cerca de Balcarce, camino a Mar del Plata. Quienes todos los días transitan la ruta lo cruzan permanentemente y se preguntan quién ese hombre errante que camina por la banquina sin sentido. En ese contexto, dos vecinos, Ramón Báez y Hugo Dimarco decidieron hacer algo por Ricardo y comenzaron a golpear puertas en los organismos oficiales para que el Estado se ocupe de esta persona que está expuesta a los mayores peligros y que vive en una situación extrema de indigencia. En diálogo con La Vanguardia, indicaron que por lo ellos pudieron averiguar, “Quinteros tiene 49 años, es separado hace 14 años, y tiene cinco hijos. No vive con su familia, sino que lo hace en un estado de total precariedad y abandonado”. Báez explicó que este hombre “prestó servicio en gendarmería nacional desde el 1 de marzo de 1983 y fue dado de baja el 15 de abril de 1994 y trabajo en la Municipalidad de Balcarce en la construcción de los barrios Avenida 1, 2 y 3 en el año 1997. Quinteros actualmente se halla viviendo en forma infrahumana en una tapera ubicada en el kilómetro 60 de la ruta 226, dicho lugar carece de puertas y ventanas, luz, agua potable, baño, cocina, calefacción y sin muebles. En varias charlas con él pudimos observar que presenta problemas psicológicos, desconociendo la fecha en que vive, su nombre, y manifiesta que vive de esa forma para “atormentarse” y que debe golpearse en la espalda y el rostro con una madera y que por la noche lo visitan “personas de negro”. Todos los días camina descalzo desde donde vive hasta el centro de la ciudad, donde va recogiendo alimentos que los comerciantes le dan y regresa recorriendo aproximadamente los 25 kilómetros que lo separan del lugar que habita. Quiero aclarar que Quinteros es una persona educada, aparentemente inofensiva, no para si mismo, ya que de la forma en que vive y más en esta época del año con bajas temperaturas su vida corre peligro”.

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