Es un ejemplo de vida y resiliencia. Como consecuencia de una enfermedad genética poco frecuente perdió la vista pero logró reponerse. Encontró en el deporte un refugio que le permitió salir de una profunda depresión. Es el primer y único argentino en competir, en su condición, en un IronMan.
Martín Kremenchuzky (52) es un ejemplo de superación admirable. El deportista de alto rendimiento habló con Radio Líder y recordó el momento en que su vida cambió drásticamente: “Cuando me quedé ciego, sentía una angustia abrumadora. No tenía proyectos ni ilusiones. Era difícil imaginar que hoy estaría contando todo lo que he logrado”.
Martín padece el síndrome de Usher, una rareza genética que provoca pérdida auditiva y visual. Desde pequeño, a los cinco años, comenzó a usar audífonos, y a los ocho, la oscuridad se apoderó de sus noches, limitando su visión con el tiempo. En la escuela, se sentaba en la primera fila para escuchar mejor a su profesora, una estrategia que se volvía cada vez más necesaria.
A pesar de las dificultades, Martín logró graduarse como ingeniero en Sistemas tras completar estudios en Analista de Sistemas y Administración Agropecuaria. Aunque su carrera como programador le permitía trabajar frente a la pantalla, la pérdida gradual de su visión se estaba convirtiendo en un obstáculo cada vez más difícil de ignorar. “No fue un proceso abrupto; perdí la vista lentamente, pero seguía saliendo solo, casi como un acto de negación. Tenía 34 años y me costaba aceptar mi nueva realidad”, relató.
La vida familiar también enfrentó retos. “No podía hacer cosas que antes disfrutaba. Me sentía perdido, pero mi hijo, 'Toto', me dio fuerzas. No quería que me viera como un pobrecito; quería que tuviera un padre presente y activo”, recuerda. Esto lo llevó a tomar una decisión crucial y que marcaría su vida: salir a correr.
Con el apoyo de un amigo, Martín empezó a correr, dando sus primeros pasos en la actividad física con dos kilómetros que lo dejaron "exhausto" pero satisfecho. Poco a poco, se unió a un grupo de corredores y comenzó a desafiar sus límites. Desde 10 kilómetros, avanzó a carreras de 21K, luego a maratones de 42K, triatlones e incluso se convirtió en el primer argentino en competir en un IronMan, una hazaña monumental que combina natación, ciclismo y carrera.
A medida que superaba cada meta, Martín comenzó a vislumbrar un propósito más grande en su vida. Decidió compartir su historia de superación con otros. “Tomé un curso de oratoria porque sentía que no sabía cómo comunicarme bien. Ahora, he dictado cientos de charlas donde no solo hablo de mi experiencia, sino que también ayudo a otros a enfrentar sus propios desafíos”, explica.
Hoy, Martín se siente renovado. “Vivo de manera diferente, valoro lo que realmente importa y me fijo nuevas metas constantemente. Esa es la forma en que he encontrado mi camino”, concluyó, dejando un mensaje de esperanza y resiliencia para aquellos que, quizás también, encuentren el deporte un bastón de vida.
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