¿Qué pasa cuando las coordenadas de nuestra existencia nos llevan a un mundo que se enajena frente a nuestros ojos? ¿Qué pasa cuándo quienes deben guiarnos nos dejan más perdidos y abandonados? Noelia Carioli explora la extrañeza en primera persona mostrándonos que un poco más allá el mundo puede volverse realmente perturbador y angustiante.
LA HOYA Noelia Carioli
La niebla ocultó el puente y no había más opción que acercarse a pie para encontrarlo. Bajó del auto sin abrigo, esperando dar unos pasos para apoyarse en la baranda y así dar indicaciones ampulosas con los brazos. Su marido me vería claramente y lograría atravesar el nimbo denso permitiéndonos llegar.
Dio la espalda en cuatro zancadas. Cuatro. Y al girar no estaban ni el puente ni el auto. Volvió sobre sus pisadas. No había nadie allí. La niebla ocultaba cualquier sonido, ya fuese el del motor o el del amanecer.
Se sentía perdida cuando creyó identificar un camino. Una calle como las que circundaban a su barrio, escarpada de pozos y polvorienta. Era una huella que no daba al sur, daba al oeste, pero era el único pasaje a la vista.
Abruptamente se vio rociada por la luz de un día amarillento, rodeada de carros, bicicletas, una maraña de gentes que parecía cumplir una rutina hastiada y anárquica. Empezó a escuchar gritos, voces elevadas, barullo intraducible. Y comenzó a hacer calor. Un calor de otra época, de otro lugar. Pegajoso y seco. Abrasador. No solo el clima se puso hostil, las miradas, los ademanes disimulados al principio y evidentes dedos acusatorios dirigidos hacia ella después. No podía detenerse en tratar de entender de qué lugar se trataba, buscaba una salida, una esquina conocida, una cara amigable.
Cuando el sol terminó de elevarse irrumpió el paisaje, ni pampa ni llano, sino una cordillera cercana y empinada que rodeaba el caserío gris hundido en el atolón.
¿Por dónde había entrado a esa hoya? No lo sabe.
Imposible volver sobre sus pasos. El terreno traspasado era un campo de minas esperando verla desorientada y débil. Las miradas lograban agredirle la nuca. Su paso era cansino pero firme, tratando de pasar desapercibida.
-Está perdida - dijo una voz joven.
-Preguntale.
Tres niños la miraban entre risas perversas y algo risueñas. Oliverio, el mayor, no tendría más de doce años, aunque puede que ya hubiese cumplido los catorce y su físico fuese víctima de años de mala alimentación, la miraba de manera perturbadora para un niño de su edad.
-Usted no es de acá.
-Necesito encontrar la salida. Me están buscando y no quisiera preocupar a nadie. Varias personas me esperan.
-Es por acá.
Pasó adelantándose, esperando que lo siguiera. Oliverio guiaba el camino mientras Anita y Enrique, entre risitas, los seguían detrás. ¿Qué otra opción tenía? Enfiló entre los pasillos eclipsados por las sombras, esforzándose en cada paso empinado. Las laderas estaban cubiertas por casuchas no más grandes que una habitación. Estaba en una colmena desorganizada y sucia, atravesada por la sensación de un peligro inminente.
Caminaron largo y en subida, no podría decir cuánto tiempo. Una hora, dos. Oliverio habló durante todo el trayecto, creyó que su tono de voz era amable, pero ella seguía concentrada en ese entorno, en los peligros, en el acecho de las miradas desde los ventanucos, en las risas diabólicas de Enrique y Anita. No había posibilidad de que alguien la encontrara allí, nadie la podría buscar allí.
De repente una ventana le resultó conocida.
–Estamos dando vuelta en círculos, ¿qué te pasa?
-Me gusta hablar con usted.
Podría haberlo escuchado por primera vez en aquel día. Haberle sonreído, acariciado el pelo pajoso y rubión. Las risas de Anita y Enrique se acallaron y solo se escuchó su voz metálica y reprobadora. –Me están buscando, no puedo ahora. Disculpame, pero no puedo.
Los tres quedaron como estacas indiferentes, las miradas perdidas y en silencio. Comenzó a alejarse hacia donde el pasillo la llevaba, furiosa, dando zancadas largas, adaptada al terreno, al lugar.
-Siga por allá- le dijo Oliverio señalando una bifurcación. Como toda despedida recibió una inclinación de cabeza y una mirada fría de su parte.
– Puede preguntarle al Julio. Él le va a decir - escuchó detrás de sí.
En una de las tantas puertas a su alrededor se corrió una cortina de tiras tricolor y apareció un viejo canoso, desdentado, en camiseta y calzones rotos que dejaban ver un escroto ralo y rosado.
–¿Quién anda? - preguntó con los ojos hacia la nada.
-Necesito salir, ¿dónde encuentro la calle que me lleve a la Avenida? - No hizo esfuerzos por cuidar los modales, ni ser amable, ni empática. Culpó al paisaje y al miedo.
-Está para el otro lado. ¿Qué hace por acá? Baje por donde vino y camine por la Principal. Esa la escupe en la Avenida.
-Gracias. Es que me están esperando - dijo seca y con firmeza.
Giró sobre sus talones para comprobar que Oliverio, Anita y Enrique ya no estaban a la vista. Se sintió más libre, casi a gusto. Solo tenía que llegar hasta la Principal.
La bajada le hacía doler las rodillas, tenía mucho calor y hambre. Intuía que su pelo estaba más polvoriento que la senda y el sudor le abrillantaba la frente. Los ojos llorosos por la tierra y el viento. La ropa amarillenta como el poblado. Caminó durante horas, esquivando casillas y retomando por los pasillos. En bajada, con los tendones clamando por un respiro. La vida del caserío había retomado su ritmo habitual, nadie notaba su presencia, era una más entre los perdidos.
///
Noelia Carioli (1975). Rionegrina, desde hace 15 años vive en Mar del Plata. Estudió periodismo, nunca ejerció. Participa del Taller Literario El Péndulo desde 2013. Descubrió que le gusta más leer que escribir, pero lo intenta.
Más Noticias
- 30-09-2025 Chocaron un auto y una camioneta: un herido
- 30-09-2025 Se confirmó la realización de la Caravana de la Alegría: se hará el 12 de octubre
- 30-09-2025 Faltan insumos: se extendió el uso del certificado en trámite aprobado para manejar
- 30-09-2025 Se presentará Infinitas Caricias en Cultura
- 30-09-2025 Encuentros con vecinos, empresarios y productores: la agenda de María Eugenía Talerico en Balcarce
- 30-09-2025 Estudiantes de la Técnica buscan fondos para participar del Desafío ECO
- 30-09-2025 Adicciones: los recortes en el Sedronar impacta en los centros de contención de toda la zona
- 29-09-2025 Detienen a un peligroso delincuente acusado de varios robos
- 29-09-2025 La Fundación Fangio presente en la gala por los 50 años de la Fundación Favaloro
- 29-09-2025 Sustentabilidad, diseño ecológico y reciclaje: visita de estudiantes a la FCA