En 1974, Balcarce vivió una de esas noches que quedarían grabadas en la memoria de quienes la presenciaron, no solo por el espectáculo deportivo que se desarrolló en el mítico Cerro El Triunfo, sino también por la presencia de figuras emblemáticas que fueron parte de una historia que se entrelazó entre los golpes del ring y las pasiones del automovilismo.

Esa noche, el campeón mundial de los medianos, Víctor Emilio Galíndez, defendía su título frente al estadounidense Ray Anderson en una pelea que no duró mucho. En el segundo round, Galíndez noqueó a su rival, dejando en claro por qué era considerado uno de los boxeadores más temidos de la época. Sin embargo, más allá de su victoria, lo que realmente hizo inolvidable esa jornada fue la presencia de dos íconos de la cultura argentina: Mirta Legrand y Juan Manuel Fangio, que se encontraban entre el público y compartieron ese momento histórico con los asistentes.

Mirta Legrand, la diva de la televisión argentina, quien ya en esa época era una figura reconocida y querida por todos, no solo estuvo en las primeras filas para presenciar el combate, sino que también tuvo una conversación especial con Galíndez tras su victoria. "Cuando terminó la pelea, que duró poco porque fue nocaut en el segundo round, fui a saludarlo al camarín y me levantó en sus brazos con inmensa alegría", recordó años después el propio campeón. Un gesto que reflejaba la camaradería y el respeto mutuo entre dos grandes de la cultura argentina.

Un poco más lejos, en el mismo evento, se encontraba otro gigante de la historia del deporte argentino: Juan Manuel Fangio, el cinco veces campeón mundial de Fórmula 1, quien, aunque ya retirado de las pistas, seguía siendo una figura de enorme prestigio en el mundo del automovilismo. Fangio, el hombre que había logrado hazañas inigualables al volante, compartía la misma pasión por los deportes de motor que Galíndez, y su presencia en el Cerro El Triunfo era una señal de la admiración mutua entre ambos.

El encuentro entre Galíndez, Legrand y Fangio en ese evento, aunque fugaz, marcó un momento histórico para Balcarce, una ciudad que, además de ser cuna de Fangio, se consolidó como un verdadero epicentro de la pasión deportiva argentina.