El ofrecimiento de la Argentina de recibir refugiados sirios, trae al presente la evocación de los inmigrantes de ese origen que llegaron hace más de 100 años.
Las imágenes que en los últimos años vemos en pantallas y diarios son estremecedoras, mostrando a cientos, a miles de sirios que van caminando o navegando en el mar en busca de tierras de paz, sea donde sea. Huyen de la guerra civil en ese país de Oriente que ha arrojado un número impreciso de muertos, desplazados o los que –con suerte- llegan a ser refugiados en algún lugar. También se ha visto huir de Afganistán, Nigeria, Irak y otras naciones hacia Europa tratando de cruzar el Mediterráneo por guerras, conflictos o persecuciones. De Siria se fue la mayor cantidad. Argentina dio una primera respuesta humanitaria con la disposición del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en octubre de 2014 creando el Programa Siria, del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, para recibir a quienes tenían que contar con un “llamante”. Es decir, un residente en nuestro territorio que los recibiera. También la Casa Rosada avanzó con la intención de dar asilo a 3.000 ciudadanos de aquel país, que el ex Presidente Mauricio Macri explicó antes de una reciente gira por Europa donde insistió en el ofrecimiento: “lo tenemos que ver como una prueba y como una demostración de solidaridad, podría ser un primer paso para una ayuda más grande”, dijo. Ese presente evoca históricamente otra realidad de más de 100 años atrás, cuando sirios fueron llegando como inmigrantes en la búsqueda de otra tierra, otros horizontes y futuro. La razón de esos viajes a veces fue distinta, como ocurrió con los españoles, italianos, vascos y quienes aquí llegaron desde varias latitudes.
Diferentes fuentes informativas permiten hoy hacer referencia a los relatos de los árabes, sobre todo de los sirio-libaneses. Una es el vecino Manuel Iarrar, autor del muy interesante trabajo de recopilación contenido en el libro “Los árabes en Balcarce, su historia”, que La Vanguardia conserva en su archivo gracias al obsequio de Iarrar y que permitió una publicación años atrás. De esa variada información reunida de distintos orígenes consultados, se sabe que Argentina es el segundo país de Sudamérica con mayor número de sirios, tras Brasil. Hoy esa comunidad en la Capital Federal y provincias reúne a alrededor de 3.500.000 de inmigrantes y descendientes, con Salta como la más poblada.
De nuestra zona surgen datos de Mar del Plata por censos de la Nación y la provincia, indicando que en los últimos años del siglo 19 la población total del partido de General Pueyrredón fue de algo más de 8.000 pobladores que incluía inmigrantes de Italia, España y centro de Europa. En esos registros figuran después sirio-libaneses, en 1914: eran 318 varones y 68 mujeres, pero otras referencias permiten suponer que tiempo antes ya había quienes llegaron de Oriente. Algo similar ocurre con Tandil y Necochea.
Sobre Balcarce el informe elaborado por Iarrar para su libro de 100 páginas es muy valioso. Comenta que allá por 1891 hubo árabes trabajando en la construcción de vías férreas que utilizarían las formaciones del Ferrocarril del Sud. La Estación se inauguró con el arribo del primer tren un año más adelante. Otros inmigrantes de ese origen consiguieron trabajar en chacras de papa, trigo y maíz, o lo hicieron en el comercio, fueron picapedreros y constructores. También se los vio caminando por el pueblo y los campos como vendedores ambulantes, a los cuales se los llamó buhoneros o mercachifles. Detalló Iarrar apellidos de familias de principios del siglo 20 en Balcarce: entre otros, Alí, Casem, Miri, Mansor, Bechir, Fares, Manzur, Asefe, Murati, Gader, Musa, Hasan, Safe. El libro fue el mejor homenaje que su autor brindó a la Sociedad Unión Arabe de Balcarce que en 1998 cumplió sus 75 años. Esta entidad representativa de esa colectividad nació en 1923 con el nombre Sociedad Otomana de Socorros Mutuos.
Estos dos últimos términos definieron su esencia, el objetivo que persiguieron los fundadores y mantuvieron quienes los sucedieron en décadas, como ocurrió con los inmigrantes italianos y españoles que crearon antes sus entidades y pocos años después de la fundación del pueblo San José de Balcarce en 1876. La Sociedad Otomana se llamó más adelante Arabe Siria, para seguir con los nombres Sirio-Libanesa, Sirio-Arabe y desde 1952 Unión Arabe de Socorros Mutuos. Su sede fue inaugurada en el ´81.
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