El kiwi que se produce en la zona es de la variedad Hayward y se caracteriza por sus frutos grandes, de pulpa verde, muy nutritivos y rico en compuestos antioxidantes. Es el laboratorio de Calidad y Poscosecha de Frutas y Hortalizas del INTA Balcarce quien tiene en la actualidad un rol central en el servicio de análisis de madurez. Tanto las Indicaciones Geográficas (IG) como las Denominaciones de Origen (DO) son herramientas de diferenciación otorgadas por la Subsecretaría de Alimentos, Bioeconomía y Desarrollo Regional para el reconocimiento de una calidad diferenciada existente
Tras obtener el sello de Identificación Geográfica (IG) y una certificación orgánica, la Argentina exportó 900 toneladas de kiwi al mercado europeo. En rigor fue desde la Cooperativa Ecco Argentina, en el partido bonaerense de General Alvarado, directamente a España. Es así que, a un año de la inauguración de su planta de frío y empaque, la cooperativa, junto al INTA Balcarce, lograron concretar el primer envío al exterior con una cosecha almacenada en 2022. Para alcanzarlo, según contaron, se puso el foco en las prácticas de postcosecha para conservar la calidad del producto por más tiempo. En este sentido, ambas instituciones centraron también su atención en el monitoreo del cultivo y el control de la calidad de la fruta en el empaque, “una estrategia que permite ganar mercados en contraestación”. “Las condiciones agroecológicas del sudeste bonaerense permiten cultivar y cosechar un kiwi de pulpa verde excepcional. De hecho, un estudio realizado por el laboratorio de calidad y postcosecha de frutas y hortalizas del INTA permitió confirmar que, gracias al clima, al suelo y a determinadas prácticas de manejo, los frutos resultan sabrosos cuando alcanzan la madurez de consumo, aun durante almacenamientos prolongados”, dijeron.
El kiwi que se produce en la costa atlántica y esta zona es de la variedad Hayward y se caracteriza por sus frutos grandes, de pulpa verde, muy nutritivos y rico en compuestos antioxidantes. Laureano Goycoa, presidente de la Cámara de Productores de Kiwi calificó la jornada como “inolvidable”. “Después de mucho trabajo y buena predisposición podemos enviar al mundo un kiwi de una calidad diferenciada y apreciada”, indicó. Por su parte, Alejandra Yommi, responsable del Laboratorio de Calidad del INTA, contó que primero se enfocaron en ajustar el manejo del cultivo, luego en el proceso de cosecha y por último, en las tecnologías de manejo de la postcosecha de la fruta.
Tanto las Indicaciones Geográficas (IG) como las Denominaciones de Origen (DO) son herramientas de diferenciación otorgadas por la Subsecretaría de Alimentos, Bioeconomía y Desarrollo Regional para el reconocimiento de una calidad diferenciada existente. “Con el correr de los años se fueron ajustando junto con los productores algunas tecnologías de producción, para poder conseguir lotes con alto rendimiento, con alta calidad de fruta, y algunas prácticas vinculadas con la conservación refrigerada y también de atmósfera controlada para conservar la fruta y la calidad durante el mayor tiempo posible”, dijo.
En este sentido, aseguró que, “justamente esta necesidad de mantener la calidad de la fruta durante más tiempo lo que habilita el acceso a nuevos mercados, como Europa y Asia”, aunque explicó que para que eso suceda es necesario un aumento de la producción nacional.
Según los especialistas, “el clima y el suelo del sureste de la provincia de Buenos Aires le aportan un diferencial único que, gracias a un sello de IG, permite distinguirlo en el mundo”. “Las condiciones agroclimáticas diferentes y muy propicias de esta zona del país permiten que la fruta almacene alta materia seca y altos valores de grados brix, ambos muy relacionados con la cantidad de azúcares que tiene la fruta. Esos aspectos son los que distinguen esta fruta de otras zonas, a pesar de ser la misma variedad”, señaló Yommi.
Describieron que en esa región, el kiwi alcanza el nivel de SST mínimo de 6,2 Brix a los 172 días posteriores a la plena floración, aproximadamente para el 6 de mayo, marcando el inicio de la cosecha. El mínimo contenido de materia seca del 16% se logra antes, a partir de los 155 días de plena floración, alrededor del 20 de abril. Esto quiere decir que las condiciones climáticas y agronómicas de la zona permiten que el fruto siga acumulando materia seca durante casi 20 días más, cuando alcanza los SST mínimos para la cosecha (que para la IG se eleva a un promedio mínimo de 6,5°Brix).
“El alto contenido de materia seca está vinculado con la producción en zonas marítimas, debido a que se dan condiciones muy adecuadas para el buen desarrollo del fruto y con la madurez de consumo, lo que aporta más sabor y un adecuado balance entre el sabor dulce y ácido. Pero esto no se logra de un día para el otro. De hecho, desde hace 20 años el INTA trabaja junto con los productores de la región en ajustar las tecnologías de manejo de la plantación para conseguir altos rendimiento y alta calidad de fruta, que lo hace distintivo de otras zonas”, cerraron.
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