Fue el 28 de abril de 1968. Hubo numerosos muertos y heridos en el circuito de 342 kilómetros. “La última competencia del Turismo Carretera tradicional”, afirmaron los especialistas. Los datos de la competencia indican que en la Balcarce-Lobería los pilotos debían recorrer dos veces un circuito con mayoría de pavimento más kilómetros de tierra.
La tarde de ese domingo está entre los momentos que no se olvidan. Una pesada sensación de dolor y amargura cubrió la ciudad y a los amantes del automovilismo de todo el país. Espiritualmente los balcarceños estaban destrozados, después de haber puesto tantas esperanzas e ilusiones acompañando al Auto Club en la organización de la gran carrera –la quinta del calendario anual del TC- que se compartía con la entidad similar de Lobería. Apenas horas antes la escena había sido totalmente opuesta por la pasión a la que llevaba el automovilismo, la elevada cantidad de pilotos inscriptos – más de 100-, enorme gentío, grandes premios en dinero y el fervor previo a la largada en una jornada luminosa, como suelen ser en nuestra zona los días de abril. “Y todo se desvaneció en un rato –escribió el periodismo-, porque la fatalidad emboscada en esa mañana dramática llenó de luto lo que pudo ser feliz. La alegría fue dando paso al dolor, el entusiasmo a la desazón. A los pocos minutos de ponerse en marcha la caravana del apuro, del riesgo calculado, cuando muchos de esos orfebres del vértigo no habían alcanzado a partir, ya llegaban las primeras informaciones. Increíblemente desgraciadas, absurdamente ciertas”. “No habían alcanzado a partir” dijo el colega, porque la larga fila de cerca de 100 autos –no largaron todos los inscriptos- emocionaba al verla en la entonces angosta cinta de la ruta 226 hacia Mar del Plata, saliendo cada 20 segundos y a poca distancia de la actual fábrica de Tulio Crespi. Antes de que largaran los últimos, ya había ocurrido un accidente trágico.
Los datos de la competencia indican que en la Balcarce-Lobería los pilotos del Turismo Carretera debían recorrer dos veces un circuito con mayoría de pavimento más kilómetros de tierra, sumando un total de algo más de 340. En ese trazado iban a pasar entre otros sitios y tras dejar la 226, por Quequén, Tamangueyú, Lobería, San Manuel y Napaleofú para llegar a El Cruce, y volver al mismo recorrido en la segunda vuelta. En esa largada estuvieron Héctor Gradassi , Jorge Ternengo y Larry, con Torino; Eduardo Casá, Dante Emiliozzi, Angel Tomás Rienzi, Rodolfo de Alzaga y Carmelo Galbato (Ford); Juan Manuel Bordeu, Carlos Marincovich, Cacho Fangio, Carlos Pairetti, Mariano Calamante y Andrea Vianini ( Chevrolet) y decenas más.
En crónicas del lunes 29 se relata que en la punta se fueron sucediendo distintos corredores y que Pairetti fue el primero en pasar por El Cruce al cumplir la vuelta inicial. También se dice que abandonaron varios, entre ellos Casá y Bordeu con el nombre Balcarce en “El Tractor” y “La Coloradita”, además de Emiliozzi y Di Palma. Los relatores de las emisoras llegadas a Balcarce por la competencia, con el acompañamiento de los colegas que la seguían desde aviones, fueron haciendo conocer las malas nuevas que sacudieron a la extraordinaria concurrencia y a los oyentes de todo el país. En dos accidentes murieron los pilotos Jorge Kissling y Segundo Taraborelli y sus acompañantes, además de espectadores ubicados a costados de la ruta. Más de 20 heridos –se dijo entonces- quedaron también como saldo de esa mañana demasiado trágica para el automovilismo. Vecinos que trabajaron en el Auto Club fueron afectados por su cercanía con esas víctimas.
Pairetti ganó la carrera con un promedio de 207 km/h y avanzó hacia su único título de campeón, que logró ese año con otras cuatro victorias más: dos en el Autódromo Oscar Cabalén de Córdoba y las restantes en el Autódromo Municipal de Buenos Aires. Un poco después de la Balcarce-Lobería –en junio- apareció El Trueno Naranja, el Chevrolet con el que se afirmó en el campeonato. En sus dieciseis años en los circuitos el volante que representaba a Arrecifes llegó primero en 22 competencias, la primera había sido la Vuelta de Mar del Plata que se disputó en el ´63.
Del periodismo balcarceño quedaron otras líneas sobre aquella muy triste jornada,: “Atrás quedó la ilusión de todo un pueblo. Los auto clubes de nuestra ciudad y Lobería, sus laboriosos directivos, sus entusiastas colaboradores, pasaron a ser por imperio de una ráfaga cruel, los organizadores de la última competencia de Turismo Carretera tradicional. Pudo ser la gran fiesta. Una emboscada fatal la trastocó en la gran frustración”. Mariano Oveja Smith contó alguna vez que estuvo aquella mañana del domingo 28 de abril de 1968 cerca de la largada en la ruta 226. Mariano fue a cubrir esa muy importante competencia, a entrevistar a protagonistas y organizadores, a observar aquella enorme cantidad de gente ubicada en ese lugar y tantos otros de los 342 kilómetros que debían recorrer los TC. Recordó el colega que Canal 8 de Mar del Plata transmitió en directo la carrera, con la conducción de Pívot ( Letfala Abraham ), periodista marplatense que estaba al frente de un reconocido programa dedicado al deporte. Los equipos del primer canal del interior del país –había salido al aire ocho años antes- fueron ubicados en ese sector cerca de donde ac- tualmente está la fábrica de Tulio Crespi.
Por supuesto que vinieron los hombres del periodismo deportivo porteño –y sobre todo los dedicados al automovilismo- cuyos nombres y apellidos habían alcanzado notoriedad. Hace memoria Oveja Smith en la charla con La Vanguardia y dice que no olvida haberlo visto por ejemplo a Alberto Hugo Cando –importante colega- relatando a lo largo de la mañana. Agrega Mariano que lo impactó verlo también a Cando en plena transmisión con la voz quebrada, cuando desde el avión se escuchó la voz que anunciaba el accidente de Jorge Kissling y su acompañante. Cuando se confirmó la muerte de ambos, Cando no pudo contenerse y lloró frente al micrófono por la partida de su amigo.
Mariano, vinculado a medios marplatense, era en ese tiempo el director y editor de la revista Sucesos Balcarceños, cuya edición número 36 salió a la calle en ese abril. La tapa fue dedicada en su casi totalidad a la gran carrera, con fotografías que mostraban a Eduardo Casa parado junto a su Ford (“El Tractor”), Mariano Calamante, los hermanos Emiliozzi, Juan Manuel Bordeu y Andrea Vianini. Las notas gráficas en las distintas ediciones eran de Juan Carlos Pandolfi (Tito), padre de Federico y Santiago, dos buenos profesionales que hoy siguen el camino del padre, y de César Rodríguez, radicado desde hace años en Mar del Plata.
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