El padre Reyna, director del Observatorio Astronómico de San Miguel, dio en Balcarce tres charlas sobre OVNIs. En la Estación Terrena dijo cosas que asombraron a los técnicos italianos. El relato de Carlos Alberto Segura.
Contó Carlos Alberto Segura – nuestro recordado y querido compañero en La Vanguardia- detalles de un encuentro en el que participó en 1969. A su relato en la charla, agregó algunas líneas escritas para dejar su opinión sobre lo que vio y escuchó, en momentos en que en nuestro partido se construía la Estación Terrena de Comunicaciones Vía Satélite. Esa gran obra fue ejecutada por una empresa italiana que ganó la licitación internacional. Carlos, quien cumplía su primer período como director de Cultura de la Municipalidad, tuvo entonces un conocimiento más afectivo con el ingeniero Di Bártolo, quien era el jefe de la compañía extranjera. Solían concurrir al Tipo Federal o a una confitería a charlar sobre cosas de su país y el nuestro. En ese tiempo, por otra parte, gestionó la visita del padre Segundo Benito Reyna –el Negro Reyna, como gustaba que llamaran-, quien además de su misión sacerdotal era director del Observatorio Astronómico Adhara, de San Miguel. También fue titular del ubicado en Santa Fe. Reyna vino a Balcarce y dio tres conferencias en el salón de actos de la Escuela Normal, hoy Escuela Secundaria No. 1. El tema fue los objetos voladores no identificados (OVNI), en aquella época muy comentado y desarrollado en diarios, revistas, radios y TV.
“Recordemos –dice Segura - que era sacerdote, pero también que la Iglesia jamás puso en tela de juicio esta actividad extra clerical. Además, trajo documentación indiscutible, fotografías que fueron admiradas por quienes participamos en las tres jornadas. Contó anécdotas que había vivido y que extrañaban a todos. Dio ejemplos contundentes de la actividad de vida extraterrestre en nuestro mundo cotidiano, que no sabíamos ver”.
Reyna pidió a Carlos que lograra un permiso para visitar la obra de la Estación Terrena que no conocía y tampoco ese lugar de nuestro partido, entre las sierras El Volcán y La Vigilancia. El director de Cultura consiguió esa autorización gracias a la antes señalada vinculación con el ingeniero Di Bartolo y, asimismo, con el ingeniero Obdulio Siffredi –fue el primer jefe de la Terrena-, “con quien mantenemos aún una amistad”, acota.
En la recorrida cerca de El Volcán, mientras obreros y técnicos trabajaban en la construcción, el padre Reyna se detuvo cerca del sitio donde se iba a levantar la primera antena (Balcarce I) de la Estación, miró a los profesionales italianos, les pidió disculpas y dijo: “me parece que ese lugar no es el más adecuado. Creo que es mejor el que se encuentra allí” y señaló otro espacio más alejado.
“El asombro de los italianos fue total”, cuenta Carlos Segura. “Y fue total –agrega- por dos razones. El lugar para la antena había sido elegido después de estudios profundos y técnicos. Pero la observación que hacía el sacerdote era real”. Pasó un segundo y quien tomó la palabra fue el ingeniero Di Bártolo, dirigiéndose a Reyna: “Tiene razón. El lugar que usted señala es mejor que el elegido, pero esto ocurre porque la primera antena tendrá poca capacidad de recepción y emisión de señales. El sitio señalado por usted está reservado para la segunda antena (Balcarce II), con una mayor capacidad y que, por lo tanto, merece la mejor ubicación”.
“El diálogo –recuerda Segura 43 años después- admiró a quienes, legos en la materia, comprendimos cual era la visión del sacerdote y su conocimiento de un realidad técnica que había llevado tiempo y dinero a los expertos”. Aquella caminata no terminó allí. Tampoco la sorpresa.
Siguieron avanzando, Reyna ocupaba el centro de la escena y volvió a hablar: “este es un lugar donde en las madrugadas –dijo el sacerdote- el espectáculo de la llegada de platos voladores y sus andanzas debe ser extraordinario”. Los italianos se miraron otra vez y la voz cantante fue nuevamente la de Di Bártolo.
“Mire padre, nosotros por el hecho de ser extranjeros no somos muy bien mirados por la sociedad balcarceña. Si encima comentamos que estamos admirados y cansados de ver platos voladores en esta zona, creo que
tendríamos que irnos del país”.
Opinión sobre el sacerdote
“Reyna: sapiencia y convicciones”
El jesuita también dirigió el Observatorio de Santa Fe y fue docente de física y matemática en la Universidad del Salvador.
Sobre el jugoso relato de aquella visita del padre Segundo Benito Reyna a nuestra ciudad y su recorrida por la obra de la Estación Terrena, en 1969, Carlos Segura agregó otros comentarios en aquella charla con La Vanguardia. Recuerda que su trato con el sacerdote alcanzó sólo a los tres días de su permanencia en Balcarce y que no tuvo más contacto con el jesuita. “Al tiempo –acota- me enteré que el Observatorio de San Miguel había pasado a manos de la Fuerza Aérea y que solamente quedaba para esta congregación la casona, donde todos los jesuítas de edad madura iban a esperar su destino final”.
Se ha leído que, además de su misión de pastor de la Iglesia Católica y sus estudios de astronomía, Reyna fue biólogo y profesor de física y de matemática. Se desempeñó además como docente de la Universidad del Salvador y fue director de los observatorios de Adhara de San Miguel y de Santa Fe.
Carlos dice que un amigo le comentó que falleció en un estado de
Locura y que fue progresiva. “Quizás -opina Segura- el hecho de no descubrir nada desde su convicción teológica y su análisis permanente de los fenómenos espaciales, quizás el no poder meterse en el cielo nocturno cada noche como era su costumbre de años, o darse cuenta que el misterioso universo encierra secretos insospechados, quizás todo esto, junto, lo llevó a perder el equilibrio mental, como los años lo llevaron a perder la vida”.
Pero también afirma que no olvida la sapiencia total, las convicciones, los criterios del jesuíta. “Es imposible –acota- dejar de ver en él un adelantado en el pensamiento universal que, sin dejar a Dios, hablaba de otros seres.
Lo hacía basado en el pasaje evangélico cuando Jesús le dice a sus discípulos: “Yo me voy. No soy sólo de este mundo. Tengo otras ovejas que
apacentar”.
EL PADRE COCITO, JESUITA
Al hablar del sacerdote jesuita, Carlos apunta que la Compañía de Jesús creada por San Ignacio de Loyola es muy importante: “tienen además de una profunda formación religiosa, otra formación profesional que los distingue de las demás órdenes sacerdotales”.
Trae a la charla asimismo el recuerdo del padre Cocito, quien hace varios atrás estuvo un tiempo en la capilla del Hogar de Ancianos La Merced de nuestra ciudad y que, además de jesuita, era doctor en energía atómica egresado del Instituto Balseiro, creado en 1955 y que funciona en San Carlos de Bariloche. Hoy es una unidad académica del Centro Atómico. Cree Segura que este sacerdote ha sido el único jesuita que tuvo desempeño efectivo en Balcarce.
La historia ha marcado en nuestra zona la primera presencia de miembros de esta orden religiosa hace más de 260 años. Fueron los padres José Cardiel, Tomás Falkner y P. Balda los fundadores de la Reducción de Nuestra Señora del Pilar, a orillas de la que hoy conocemos como Laguna de los Padres y que en 1746 se la llamaba Las Cabrillas.
Los misioneros abandonaron aquella población seis años después tras un ataque de nativos, dicen los investigadores. Desde 1950 es un lugar considerado histórico por resolución del Primer Congreso de Historia de los Pueblos de la Provincia de Buenos Aires, que llevó a cabo sus deliberaciones en La Plata.
Algunos años después de aquel episodio en la laguna –en 1767- España expulsó a los jesuítas de sus dominios en América. Su historia dice que volvieron a lo que hoy es Argentina en agosto de 1836 y que “a pesar de la inestable situación política, se dedicaron con ahínco a la educación y a las misiones populares”.
Se ha destacado su labor cultural y social, la fundación de las estancias en tierra cordobesa, la creación de la primera universidad del país en la capital de esa provincia y de numerosos colegios también en Mendoza, Misiones y en la provincia de Buenos Aires (San Miguel).
Alcanzan a 20 las parroquias y templos de la Compañía de Jesús que actualmente funcionan en el territorio argentino. En sus informes no figuran actualmente iglesias de esa congregación en el sudeste de la provincia.
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