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Oscar `Chivo” Álvarez: “la absurda melancolía de volver a encontrarte`

Redacción Vanguardia

 

En este mes, el emblemático jugador que marcó una época hubiera cumplido 73 años. Como marcador lateral o volante, llenó el carril izquierdo de la cancha con un fútbol lucido y vistoso. Un fútbol que, pese a su ausencia física, aún le permite mantener un lugar de privilegio en la memoria colectiva de quienes lo conocieron y lo vieron jugar. El sentido recuerdo de su amigo, Horacio “Mudo” Gómez.

En este mes de mayo se recordó el natalicio del querido Oscar “Chivo” Álvarez, futbolista y técnico de nuestra ciudad, emblema y marca registrada de una época dorada del fútbol balcarceño. Pero el destino y una decisión que todavía golpea con la fuerza de las tragedias -ocurrida en 2012- hacen que su ausencia sea aún muy difícil de superar. El Chivo hubiera festejado sus 73 años. Él ya no está físicamente, pero su legado continúa intacto como parte de una referencia ineludible del fútbol, el del potrero y también del hombre dedicado a su verdadera pasión. “El pájaro canta hasta morir”, así tituló su amigo, Horacio “Mudo” Gómez, un escrito que le dedicó especialmente y que envió a la redacción de La Vanguardia. “Ayer recorrí las calles donde te solía encontrar, del Valle, la calle 15, la 24 y la 32, pasé por el club Güemes…Tenía ganas de verte, enajenado y triste, me volqué a la absurda melancolía de volver a encontrarte. Tenía ganas de charlar con vos, que pudiéramos reír de las locas ocurrencias que surgían paso a paso. De los cuentos, vivencias del fútbol y de los vestuarios, de mis parodias teatralizadas que tanto te gustaban, escuchar folklore y cantar en tu casa. Tomarnos un vino y verte rascar esa imaginaria guitarra que colgabas sobre tu pecho… si hasta me parece que la escucho más nítida ahora que no estás…Y las notas recorren el cauce seco de mi alma llenándola de congoja y sentimiento. Y recuerdos imborrables, claro. Cuanto te extraño flaco!! Siempre estuviste cuando necesite descargar mis tensiones y ser escuchado, recurría a vos como si fueras mi terapeuta. Y hasta para eso eras bueno flaco, hasta esa virtud tenías. Sin consejos ni palabras rebuscadas, simplemente escuchando al amigo y compartiendo esos estados que los hombres ocultamos y que solamente un amigo puede comprender”.

“Fuiste tan buen amigo como jugador de fútbol, con esa sensibilidad que partía de esos pies distintos y terminaba en ese corazón tan dulce como tu presencia. Siempre pensé que eras un genio e intenté cuidarte. Pero tenías el camino trazado y no podías volver. A veces, en mis ratos de nostalgia, se me aparece tu figura y por más que busque, solo me suenan las notas de un tango diciendo…no habrá ninguno igual… no habrá ninguno. Ninguno con tus pies acariciando esa esfera enamorada que, a veces se iba, pero siempre regresaba como una paloma herida para que vos la adormecieras sobre tu pecho después de tanto maltrato”.

“La gloria no se compra, sólo la tienen los elegidos. Aquellos que se erigen en la cima de los distintos y quedan en la memoria de la gente por los tiempos de los tiempos. Porque todo partía de tus alas de pájaro y continuaban en tu cuerpo de pájaro. Porque Oscar no era un “Chivo”, era pájaro con corazón de pájaro, aquel que agitando sus alas desperdigaba la verdad del fútbol sobre los campos de juego. Hoy ya dejó de volar y canta. Canta en la gramilla del estadio, de la Bombonera, del Monumental, y en todas las canchas del país donde tu huella indeleble brillará por siempre. Porque según reza la leyenda, el pájaro canta… canta hasta morir”.

Jugador emblemático

Jugador emblemático de una época muy especial del fútbol balcarceño, Álvarez supo ganarse un lugar en base a una zurda talentosa. El “Chivo” debutó en primera en 1965 en El Riojano y ya en 1969 pasó a Ferroviarios. Luego vistió las camisetas de Defensores de Napaleofú, Ferrocarril Sud (Tandil), Aldosivi (MdP) –aquí consiguió sus dos únicos títulos de campeón, en 1984 y 1985- y Estudiantes (Olavarría). En 1979 retornó a Ferro, y tres años después se fue a San José (MdP). Otra vez a Ferro por dos temporadas, retirándose de la actividad con la casaca de Apinta en 1987. En ese lapso integró el seleccionado balarceño y también en 1972 formó parte de la recordada selección de Tandil que logró el subcampeonato argentino. Como marcador lateral o volante, llenó el carril izquierdo de la cancha con un fútbol lucido y vistoso. Un fútbol que, pese a su ausencia física, aún le permite mantener un lugar de privilegio en la memoria de quienes lo conocieron y lo vieron jugar.

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