El Jardín N° 901 integró la primera tanda de aperturas en la provincia tras sancionarse la “ley Simini”. En esa creación tuvo que ver una gestión del diputado nacional Victorio Tommasi, nacido en Balcarce. Adolfo Gigena, llevaba a la orquesta en un micro. Se lo vio, le interesó la propuesta y fue quien comenzó a llevar a los chicos. Mabel y Aidée, dos queridas maestras, todos los días hacían “rondas de blancos delantales”, llevados de la mano por las educadoras, verdaderas sembradoras de “semillas de letras”.
En noviembre se cumplirán 75 años que la provincia estableció al nivel preescolar como etapa inicial, obligatoria y gratuita de la enseñanza. Antes, en junio se recordó la apertura de nuestro primer jardín de infantes, que hoy lleva el número 901 y se denomina Sara Emily Chamberlain de Eccleston. En esa creación tuvo que ver una gestión del diputado nacional Victorio Tommasi, nacido en Balcarce.
Es decir, que el distrito estuvo en la tanda con la que comenzó a aplicarse la ley, que fue un paso trascendente para la formación y socialización de los chicos. Aydée Ispizúa, primera maestra jardinera balcarceña que también dirigió el Jardín y fue inspectora, recordó en una nota publicada hace tiempo en La Vanguardia la sanción de aquella ley en 1946. Fue en la Legislatura una iniciativa del diputado Jorge Alberto Simini, quien –afirmó- “hizo una presentación extraordinaria”. La nueva norma otorgó a los jardines la jerarquía y el valor pedagógico que no tenían reconocidos.
Cuando se dio aquel paso, en Balcarce no había aquí personal especializado. La directora desde el 27 de junio del ´48 fue la porteña María Luisa Alvarado Ruiz, a quien se sumaron como maestras Lorenza Garacochi, de Lezama, y Dora Tocci, nacida en Chascomús; la visitadora Beatriz M. Puiz, quien llegó de San Manuel; y las balcarceñas Leonor Mendizábal (profesora de música), la celadora Celia Tommasi y las niñeras –hoy preceptoras- Angelita Scarpati y Alquimia Albornoz.
Ana M. De Bertolamedi era la inspectora y Amor Ideal Quiroga, ordenanza. Después llegaron, entre otras docentes, Rosa Álvarez, de Avellaneda, y la azuleña María Josefa De Luca. Aydée Izpizúa pisó por primera vez el Jardín en 1950. El año anterior había ingresado Mabel D´ Annunzio, quien además de maestra fue vicedirectora y tuvo una trayectoria docente de casi 30 años. Ambas cursaron la carrera en la Escuela Formativa para Profesores de Jardín de Infantes de Bahía Blanca y ambas son educadoras representativas de una apreciable etapa de desarrollo, que alcanza a la mitad de la historia del establecimiento. Recién a partir de 1965 –varios años más tarde- más balcarceñas se fueron incorporando al plantel : Carmen Trama y María Inés Bedogni, entre otras. Mabel y Aydée coinciden en que era muy buena la matrícula en aquellos comienzos ( hasta 90 chicos en tres secciones). El interés de padres también se reflejaba en que fue necesario abrir una lista de espera, porque el cupo estaba completo. Cuentan también que a través de la visitadora social cada alumno tenía su ficha personal. Se daba mucha importancia al control de la salud que incluía el seguimiento de las vacunas aplicadas, además del peso y la talla. La ya señalada falta de personal especializado constituyó por varios años la gran dificultad, comenta Aydée, quien acota que en 1960 Inspección de Enseñanza realizó un curso de habilitación por el cual ingresaron docentes con carácter suplente remunerado.
Recién trece años después egresaron del Instituto Superior N° 32 de Balcarce las primeras cuatro profesoras de educación preescolar.
Ya funcionaban en la ciudad los jardines 902 y 903, cuyas puertas se abrieron en 1964 y 1971. La directora Ispizúa fue, por otra parte, la impulsora de un aporte muy útil que quedó incorporado para siempre. “Las niñeras traían todos los días a los alumnos caminando desde sus casas, dentro de un radio razonable. Alguien comentó que en Ayacucho ese traslado se hacía en un carrito tirado por caballos. Se analizó esa posibilidad –explicó-, pero la alimentación del animal significaba un gasto. Otro padre recordó que un músico, Adolfo Gigena, llevaba a la orquesta en un micro. Se lo vio, le interesó la propuesta y jamás hubo una queja por el servicio que pasó a brindar”. Así nació uno de los símbolos del Jardín: el colectivo de Gigena. Mabel destacó además en la charla el importante apoyo recibido de la cooperadora –la Asociación Amigos del Jardín- y el club de madres. Como en todas las escuelas esa participación fue y es fundamental. En los años que Mabel y Aidée dejaron el Jardín alrededor de 200 eran los chicos que todos los días hacían “rondas de blancos delantales”, llevados de la mano por las maestras sembradoras de “semillas de letras”. Así escribió Félix Luna para evocar a Rosario Vera Peñaloza, la riojana que fundó el primer jardín en el país. Con la música de Ariel Ramírez, la canción quedó en nuestros oídos con la voz de Mercedes Sosa. Rosarito murió en 1950, el viernes 28 se cumplirán sesenta años.
Sara Chamberlain, Rosario Vera Peñaloza y diputado Simini
Numerosos son, seguramente, quienes han hecho mucho por la educación inicial en el país y nuestra provincia. Tres nombres surgen para mencionar al recordar hoy la creación del Jardín de Infantes N° 901 de Balcarce, que se denomina Sara Chamberlain de Eccleston. Ella fue una de las maestras norteamericanas que, por iniciativa de Domingo Faustino Sarmiento, vinieron a la Argentina. Llegó en 1883 a Paraná y creó el Departamento Infantil de la Escuela Normal, donde germinó una de las semillas del nivel preescolar, porque egresadas de ese establecimiento en 1891 fueron luego impulsoras de jardines. La riojana Rosario Vera Peñaloza fue inspectora en educación secundaria, normal y especial. Pero antes fundó el primer jardín de infantes de la Argentina. Murió en mayo de 1950, por eso el viernes 28 de este mes se celebrarán una vez más el “Día de la maestra jardinera” y el “Día de los Jardines de Infantes”.
El diputado Jorge Alberto Simini, nacido en Trenque Lauquen, es el autor del proyecto estableciendo a la educación preescolar como etapa inicial obligatoria y gratuita del sistema educativo. Se ha señalado que la iniciativa se basó en la experiencia del educador Jaime Gloinstein, director de la Escuela Municipal de Adultos donde funcionaba como anexo un jardín de infantes, en esa ciudad bonaerense.
Simini –apellido con el cual se identifica a la ley sancionada en 1946- enfatizó en su fundamentación en la Legislatura que, hasta ese momento, el Estado se había olvidado del niño de tres a seis años.
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