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Mónica, la manicura que le “hizo las manos” a Galíndez antes de aquella histórica pelea en Balcarce

Redacción Vanguardia

Fue en el año 1974. Antes de la pelea, Galíndez fue a la peluquería “Gran Limón” de la calle 17. Ahí lo atendió Mónica Iacovelli que trabaja junto a su mamá. El mítico boxeador, como agradecimiento, la invitó a ver la pelea en el cerro El Triunfo. Se sentó al lado de Mirta Legrand.

 

Víctor Emilio Galíndez fue campeón mundial de los medio pesados entre 1974 y 1978. Su momento culminante remite a aquel dramático, sangriento, brutal y épico triunfo por nocaut en la última vuelta ante Ricchie Kates en Sudáfrica. Dos años después perdió y recuperó su título ante Mike Rossman en Nueva Orleans. Había decidido dejar el boxeo por temor a morir exhausto sobre un ring ya que después de cada pelea se sentía agonizar. Y se pasó al automovilismo, su otra pasión. Antes de comprar el coche que le había ofrecido el piloto Antonio Lizeviche éste le propuso probarlo compitiendo como su copiloto en la "Vuelta de Veinticinco de Mayo". Abandonaron la carrera a poco de largar por desperfectos mecánicos. Y cuando volvían a boxes caminando por la banquina y en el sentido contrario al de los competidores, el auto conducido por Marcial Feijoo hizo un trompo, la polvareda le impidió ver nada y los embistió de costado a 250 km por hora. Galíndez y Lizeviche murieron en el acto.

Pero en aquel recordado 1974 Galíndez llegó a Balcarce para una pelea con Bob Foster. Unas horas antes de subir al ring, Mónica Iacovelli (65), fue la manicura que le hizo las manos a Víctor Emilio Galíndez. “Corría el mes de febrero del año 1974, teníamos con mi mamá, Carmen Valls, la concesión de la peluquería del Hotel Balcarce. Transcurría la tarde temprano cuando entraron al salón dos hombres, un chico boxeador, Víctor Emilio Galíndez y

Juan Carlos “Tito” Lectoure. Se presentan y pidieron hacerle las manos al boxeador que se preparaba para pelear por el campeonato del mundo con un norteamericano, un tal Bob Foster. Pero la pelea de esa noche en el Cerro “El Triunfo” fue ante Ray Anderson. Tito, entre el grupo de manicuras, le dio a elegir y no tardó en elegirme,  recuerdo que yo tenía sólo 19 años. “Manos de boxeador pero que sean lindas” dijo Víctor Galindez. Mientras yo le hacía las manos le dije  “tenes que poner la mente en blanco al entrar a la pelea y no estés nervioso”, le sugirió. Hablamos de igual a igual, me pareció un chico que tenía ángel, humilde, muy educado y fue muy respetuoso. Antes de irse, me regaló una entrada de palco para poder ir a ver la pelea en el Cerro que estaba lleno de gente. Esa noche estuve sentada al lado de Mirta Legrand, un poquito más allá también estaba Juan Manuel Fangio y otra gente importante. Cuando terminó la pelea que duró poco, porque fue nocaut en el segundo round jajaja, lo fui a saludar al camarín y me levantó en sus brazos con inmensa alegría”, recordó.

 

Recuerdos                                                                                                           

“Aún hoy, después de tanto tiempo, guardo las revistas Goles y El Gráfico donde salió la publicación de su paso por Balcarce y por nuestra peluquería. Yo no conocía de boxeo, tampoco sabía que Víctor Galíndez venía por el título de campeón del mundo. Me enteré después por las revistas y porque también él en un reportaje por televisión me mandó saludos, algo que causó mucha alegría y revuelo entre mis compañeras y amigas”, contó Mónica a La Vanguardia.

 

La peluquería

“El local de mamá se llamaba “Gran Limón” y estaba ubicado en calle 17, entre 12 y 14, y fue muy conocida aquí en Balcarce. Creo que tuvo peluquería desde que nací y yo aprendí con ella. Recuerdo que se atendían muchas artistas como Graciela Borges, María del Carmen Valenzuela y María Baner. Los años de peluquería fueron fascinantes porque la gente iba mucho.  Ya desde los 13 años comencé lavando cabezas, hacía algo de manos y fui aprendiendo, siempre el estado de ánimo en ese lugar era el mejor, la gente de Balcarce nos ayudó un montón en aquella época. El oficio de manicura es bueno y a mí me gustaba, cuando yo llegaba a la peluquería las clientas le decían a mi mamá “que me haga las manos Mónica”, así que parece que tenía talento para eso…”, resumió Mónica.

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