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Balcarce histórica: Nuestro primer decorador de interiores

Redacción Vanguardia

Héctor Angel Martorello (Pocho) comenzó en 1961, fue el vidrierista de numerosos comercios céntricos y realizó la decoración en muchos eventos y casas de familias.

 

Cerca de 50 años atrás su mejor antecedente laboral era el trabajo que comenzaba a hacer en un lugar muy importante para un comercio: la vidriera. En ese espacio –grande, menos grande, en una esquina o a los costados de la puerta- Pocho Martorello creaba un centro de atención para el peatón. Debía lograr que quien pasaba por allí se detuviera atraído por lo que veía, decidiera entrar y comprara. Ese trabajo de vidrierista se sigue llamando así, pero ya desde hace tiempo y a la par de la evolución de las cosas es una profesión que se enseña en escuelas e institutos, incluso contando con respaldo de certificaciones universitarias. En la charla con La Vanguardia recuerda hoy Héctor Angel Martorello que aprendió viendo y, con imaginación, poniendo creatividad en lo que hacía.

Había sido cadete en la Mercería La Fama y fue ayudante de vidrierista en la tienda Blanco y Negro ubicada en la esquina sur de avenida Kelly y calle 19, para luego ser el responsable de armar las vidrieras de varios importantes comercios  en el radio céntrico de la ciudad y que ya no están: tienda La Capital, zapatería Sportman, Casa Boo, Galcer, Azcárate y Cía, Casa Dante, Sastrería Ialea , Casa Palmadés y otros. En un aviso publicado en 1973 en el diario El Liberal se presentaba a Martorello como “el iniciador de la decoración de interiores en Balcarce”, a la vez que se explicaba la tarea que realizaba con cortinados, cuadros, lámparas, colchas, artículos de tapicería, etc. Hacía ya 12 años que Pocho cumplía esa tarea. Especialistas actuales dicen que se los puede llamar decorador, pero sobre todo diseñador de interiores: “ es el que contiene la decoración”, se explica. Hay una entidad nacional que los agrupa: Diseñadores de Interiores Argentinos Asociados (DArA), que es la primera de esos  profesionales y empresas afines.

 

EL CENTENARIO, HACE 53 AÑOS

En aquel trabajo Pocho fue protagonista de episodios públicos, más allá de vestir con elegancia casas de familias y locales comerciales. En la charla recuerda uno significativo en nuestra historia, cuando los balcarceños celebramos los 100 años de la creación del partido con la inauguración del monumento al general Antonio González Balcarce y la visita del Presidente Arturo U. Illia. La noche anterior -30 de agosto de 1965- Pocho estuvo bajo la lluvia cubriendo con lonas esa estatua en avenida del Valle y calle 16, de donde bajó ya con una gripe encima. Fue a su casa, su esposa Monona Déramo le cocinaba una sopa cuando sonó el timbre, esos timbres inoportunos, no esperados.  “¿Quién es…?” preguntó Pocho con pocas ganas de abrir la puerta. Del otro lado un atildado joven, con buena dicción respondió que lo enviaba Tito Barragán (Atilio Federico) quien integraba la Comisión Municipal de Festejos del Centenario. “Le pide que vaya ya a la sede de Rácing a arreglar el desastre que hicieron con la decoración del salón”, le explicó Alberto Actis. En esa amplia superficie –hoy está la pileta La Cima- se iba a agasajar con una comida para 1.000 comensales al Presidente de la Nación, al Gobernador de la provincia y otras autoridades tras el acto central de la fiesta. “¿ Cuándo se hace eso ?”, preguntó Pocho sorprendido. “Mañana, al mediodía”, contestó Alberto. Faltaban unas doce horas. “El desastre” era el salón preparado con algunos carteles de bien- venida y, con letras bien grandes, la marca de una gaseosa. Con la gripe encima Martorello le pidió al gerente de la tienda Blanco y Negro metros y metros de telas celestes y blancas, lo despertó al cura párroco Nicasio Durán para sacar de la Iglesia una larga alfombra roja, buscó varias plantas decorativas y otros elementos para las mesas y las paredes.

A las 8,30 horas de esa mañana esperada entraron a la sede directivos de la empresa de gaseosas para comprobar cómo había quedado el salón. Tuvieron gran sorpresa, mayor enojo, fuerte discusión, y se fueron. Después llegó Barragán, desde la puerta miró con agrado a todo el salón, el decorador andaba por ahí terminando los últimos detalles, escuchó su nombre y se dio vuelta. Tito levantó el pulgar derecho: “10 puntos, Pocho, te felicito”.

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