Muchos de los delincuentes detenidos en Balcarce tienen esta característica. Se da sobre todo en los menores. Creen que es parte de un ritual al que se suman tatuajes carcelarios y de santos paganos. Foto: archivo.
Desde que el mundo es mundo la delincuencia maneja sus propios códigos. Son rasgos físicos que son distintivos que marcan un fuerte sentido de pertenencia al mundo del delito. Desde hace muchos años, los tatuajes carcelarios como serpientes enroscadas en dagas, leones, escorpiones y puntos en las manos haciendo un círculo y encerrando a uno –que simula ser un policía- son algunos de los símbolos que los presos se tatúan en la piel para demostrar su jerarquía dentro del penal o señalar los crímenes que cometieron. Así, los distintos dibujos marcados con tinta china y aguja se vuelven una especie de código marginal que se entiende tanto dentro como fuera de la cárcel, marcas indelebles del paso por el crimen y la prisión. De hecho, los reclusos fueron unos de los primeros grupos que se valieron de los tatuajes para distinguirse del resto de los habitantes, como señal de rebeldía. A través de los tatuajes, no sólo demuestran su grado de poder dentro del penal, sino que envían mensajes amenazantes a la policía, la Justicia y a los delatores o "buchones" que los entregaron. Ahora hay otro tipo de características que otorgan una credencial fácilmente reconocible. Además de los tatuajes, las gorras de visera prominente y la cejas cuidadosamente depiladas con dos marcas, como si fueran dos cortes en los extremos son señales que se decodifican en el submundo del delito. Este tipo de circunstancias son advertidas desde hace tiempo por personal de la Estación de Policía Comunal y las asocian básicamente a personas jóvenes que son detenidas permanentemente por distintos hechos delictivos. “Son pibes de 15 a 20 años que tienen esta característica. Lo notamos cuando comenzamos a ver que era una situación repetida. Es decir, primero pensamos que era un caso, pero después comenzamos a detener a muchos pibes vinculados al delito que tenían las cejas depiladas además de tatuajes tipos tumberos. Es como una marca, un rasgo distintivo que los identifica y los relaciona con la delincuencia”, cuenta una fuente policial consultada por el diario La Vanguardia.
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