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Martina Córdoba

Hilandera de corazón: una historia que inspira y emociona

Redacción Vanguardia

Martina Córdoba es un ejemplo de dedicación y esfuerzo. Transforma lana en arte, creando no solo prendas, sino también un legado que inspira a las nuevas generaciones.

 

Martina Córdoba, vecina de 67 años, ha dedicado su vida al hilado de lana, convirtiéndose en una referente en Balcarce. Su historia es un testimonio de esfuerzo, dedicación y amor por un oficio que ha pasado de generación en generación. En una entrevista con La Vanguardia, Martina compartió su experiencia, su pasión por el hilado y su deseo de transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones.

-¿Dónde comenzó su historia?

-Comencé cuando tenía 12 años, en mi infancia, en mi pueblito, La Majadilla, que pertenece al Departamento de Ojo de Agua, en la provincia de Santiago del Estero. Mi papá falleció cuando yo era muy chica y mi mamá, Dionisia Córdoba, crió seis hijos varones y cuatro mujeres, y a todas nos enseñó el oficio. Empecé hilando, hacíamos las madejas con los brazos, lavábamos la lana a mano y la teñíamos para hacer cobijas. Tengo el telar en mi mente, me acuerdo clarito de todo eso, haciendo prendas como fajas y matras; todo lo que es telar lo sé hacer. Hace más de 40 años que vivo en Balcarce, formé mi familia y tengo tres hijos: Adrián, Nancy y Marito. Pertenezco al grupo ‘Hilanderas del Sur’, me anoto en cada curso que da INTA porque siempre quise aprender algo más y conocer cómo venía la oveja, la carne y la lana, y cómo se lavaba. He pasado años trabajando en este oficio, al aire libre, debajo de las plantas, con frío, sol y calor. Cuando llovía no podía trabajar. Con el correr del tiempo y gracias a este trabajo, me hice mi lugar: levanté paredes, contrapiso, puse puerta y ventana, revoques y techo. Hoy sigo hilando con mi máquina a pedal, pero en mi galpón, en mi taller de trabajo. Me compré un termo y lavo con agua calentita en la pileta. Con mi trabajo de hilado voy avanzando, sigo para adelante; soy la hilandera más vieja de Balcarce.

-¿Cómo es la preparación para el hilado de lana?

-Hace años compraba en la Barraca ‘Pezzi’. La lana viene en un lienzo, yo voy, elijo la parte del lomo, me la traigo y empiezo a hilar. Luego viene el lavado de la madeja, que lo hice un montón de años en la pileta que tengo afuera de casa. Es un proceso grande, ya que debe lavarse siete veces de enjuague para sacarle la tierra. Luego le pones detergente, con agua tibia, y la dejas toda la noche. Hoy en día me traen la lana; por cada bolsón que me traen, yo les tejo una prenda en agradecimiento.

-¿Es un arte o un trabajo el hilar fibras para crear prendas?

-Hoy para mí es un trabajo, me ha permitido crecer. Soy jubilada y gracias al hilado he podido tener mi lugar techado para trabajar en casa. Me ha hecho crecer. Hace mucho se hilaba con un palito, después me compré la máquina de hilar. Es algo que me gusta. Hoy estoy hilando y vendiendo también madejas para una señora de Necochea y otras ciudades. Me siento cuatro horas a la mañana y cuatro horas a la tarde, y tengo dos kilos de lana ya lavada y lista para vender. En cada evento participo con mi stand; he ido a Lobería, Tandil, Mar del Plata, y además he ido a conocer las fábricas donde tiñen. Ya he participado tres años en la EducoAgro; me va bien, gracias a Dios, y a la gente le gusta mucho lo que hago.

-¿Le gusta enseñar y transmitir el oficio?

-Sí, me encanta. Observo que hace unos años hay gente joven interesada en esto, como que han visto que se puede trabajar y vivir de este oficio. En cada curso, ahí en la Subsecretaría de Producción y Empleo, o cuando viene alguien con alguna consulta, trato de motivar a las chicas para que insistan y aprendan este oficio, ya que les cuesta muchísimo. Una de las cualidades principales es la paciencia y hay que tener ganas de trabajar; a mí me encanta. Estuve hace unos días en el Jardín de la Escuela N° 1, voy y les muestro mis prendas, la lana, las madejas; hay mucha curiosidad en los chicos y en las maestras también.

-¿Las prendas que confecciona se venden?

-Se vende todo lo que hago: prendas naturales con el color de la oveja o teñidas. El punto que me pidan lo hago con mis agujas de madera. Hago chalecos, camperas, sacos, ruanas, pie de cama, que muchas personas usan como ponchos, alfombras de piso, polainas, escarpines y boinas. Hoy, lo que más sale son las camperas con guarda pampa. Por lo general, tengo mucha venta de camperas; la mujer prefiere el color blanco, aunque hoy también está de moda el color marroncito. Los chalecos vuelan; ingenieros y gente de campo buscan mucho esa prenda. Además, la persona que llama y me pide lana, aquí hay siempre. Cuido mucho mi trabajo.

-¿Hasta cuándo piensa seguir con la actividad?

-Creo que nunca voy a parar con esto. Mientras viva, lo hago, no lo dejo. Esta pasión viene de familia; de hecho, cuando los visito en Santiago, me hacen las matras, que son mantas de lana que se colocan encima de la sudadera o las usan como alfombra. Yo las traigo y las vendo aquí. Las prendas que hago las van a usar de por vida; les enseño cómo lavarlas y cuidarlas. La prenda que la persona usa, después de un tiempo, la pone en agua fría con detergente o jabón en polvo y la deja en remojo toda la noche. Al otro día la enjuagas, la metes al secarropa y listo. No usar lavarropa porque se hace un bollito la lana. Esto de convertir la lana de oveja en prendas únicas es un trabajo hermoso, de paciencia, de hacerlo con amor. A mí me da para darme algún gusto, para pagarme algún viaje, para progresar en mi casa; soy feliz haciendo esto.

 

Contacto

- Instagram: hiladosmartina

- Facebook: Martina Hilados

- Celular: 2266 487604

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