El atletismo en Balcarce tiene un embajador singular: Felipe Pereyra, un hombre de 79 años cuya historia de vida es un testimonio de superación y dedicación. Con una trayectoria que abarca más de 40 años, Felipe ha recorrido un camino transformador, comenzando su viaje en el mundo del deporte con 116 kilos y una adicción al tabaco que lo llevó a fumar hasta cuatro atados de cigarrillos al día.

La vida le ha presentado desafíos desde joven. A los 39 años, tras la repentina muerte de su esposa, María Teresa Dellerrose, debido a un ataque al corazón, Felipe se vio en la difícil tarea de criar solo a sus tres hijos, Laura, Hernán y Marilina. "Recuerdo siempre las palabras de mi esposa antes de morir: 'Felipe, te voy a pedir dos cosas en la vida: seguí corriendo y nunca abandones a los hijos'", confesó a La Vanguardia. Estas palabras resonaron en él, motivándolo a cambiar su estilo de vida y convertirse en un ejemplo para muchos.

Su pasión por el atletismo nació de la necesidad de cambiar su vida. "A los 39 años dejé de fumar. Era un fumador empedernido; llegué a consumir hasta 80 cigarrillos diarios", relata Felipe. "Un día decidí que no iba a fumar más y comencé a correr. Al principio, corría solo, a veces con mi esposa, y poco a poco fui perdiendo peso y ganando confianza". Fue así como comenzó a participar en carreras y maratones, convirtiéndose en un referente del deporte en su ciudad.

Felipe ha corrido en maratones de renombre en Argentina y otros países, incluyendo Brasil, Uruguay, Paraguay, Chile y también en Europa. Entre sus logros se cuentan 39 maratones de 42 km, dos de 75 km en Río Cuarto, una de 100 km en Buenos Aires y otra de 210 km de Dolores a la capital. Además, ha participado en tres mundiales, destacándose en el Mundial de San Sebastián-Donostia en 2005, en Brasil en 2012 y en Lyon, Francia, en 2015. Con una visión optimista, Felipe afirma: "Siempre tengo la ilusión de seguir corriendo, aunque sea con un bastón".

Un rasgo distintivo de Felipe es su estilo particular al correr: lo hace muchas veces descalzo. "Me siento más cómodo así y, además, tengo un problema con el número de calzado, que es 47. Es difícil conseguir zapatillas que me queden bien", explica, riendo. Su icónico bigote también es parte de su identidad. "Me lo dejé después del servicio militar; tenía 21 años y decidí que o me dejaba el bigote o no me dejaba nada. Y aquí estoy, conocido por el bigote", comenta con humor.

Felipe Pereyra es más que un atleta; es un símbolo de resiliencia y pasión que inspira a las nuevas generaciones en Balcarce. Su historia demuestra que nunca es tarde para cambiar y que, con determinación y apoyo, se pueden superar los obstáculos más difíciles. A punto de cumplir 80 años en julio, Felipe sigue siendo un ejemplo de vida, agradecido por cada día que le brinda la oportunidad de seguir corriendo.