Olga (82), Adriana (56), Camila (24), y Berenice (8), Isabella (7), y Charlotte (2), representan a cuatro generaciones de mujeres en una tradicional familia de clase media en Balcarce. Sus historias, sus sueños, sus miedos y sus esperanzas. La igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres: desafíos de un tiempo que las tiene como protagonistas en un redefinido contexto social.
“Una mujer con imaginación es una mujer que no solo sabe proyectar la vida de una familia y la de una sociedad, sino también el futuro de un milenio”. Rigoberta Menchú.
Olga Torres nació en Balcarce en una familia de clase media junto a cuatro hermanos. A sus 82 años es parte hoy de cuatro generaciones de mujeres que representan la fuerza, la esperanza y el presente de millones de mujeres que en el mundo entero se hacen paso al andar, derribando mitos y construyendo sus propias historias. No como actoras secundarias sino asumiendo un rol protagónico en sus vidas. “Soy mamá de una hija, Adriana, y actualmente estoy jubilada pero sigo muy activa”, cuenta Olga. “Tuve una infancia linda, pero distinta, junto a mis padres y mis hermanos. Fui a la Escuela N° 1 y mi infancia transcurrió en el barrio de la plaza “Güemes”, aunque claramente era otra época. Con los años, cuando me casé, nos fuimos a vivir donde estamos hoy, cerca de plaza San Martín. Creo que soy buena vecina, con todos siempre hubo un buen trato. Pero vuelvo a aquellos años y pienso nada en nuestra infancia fue como hoy, no había mucha gente que tenía televisión ni existían los celulares y menos las computadoras, todo ha cambiado, el mundo y la manera de relacionarnos ha cambiado. Recuerdo que, en aquellos años, nos divertíamos jugando al carnaval con mis hermanos, primos y los amigos del barrio. Me gustaba mucho ir al cine con mis padres y hermanos, todos en familia, escuchaba radio, y de muy chica me gustaba la costura por lo que aprendí esa actividad. El ser mamá fue algo que me hizo inmensamente muy feliz y lo tomé con mucha responsabilidad, amo a mi hija. Y luego llegaron mis nietos y luego mis bisnietos, y poder vivirlo es algo maravilloso. El ser abuela y bisabuela me ha hecho ser muy feliz pero es algo que se disfruta de distinta manera porque no hay tanta responsabilidad sino mal criarlos… -como hacemos todos los abuelos-, pero sanamente”, cuenta Olga a La Vanguardia.
Adriana Domínguez (56 años) es la hija de Olga. Tiene dos hijos y cuatro nietos. Adriana nació en Balcarce, lleva adelante su casa y tiene un emprendimiento de venta de ropa. “Mi experiencia al ser mamá puedo decir que fue algo muy hermoso y que me llenó de felicidad. Y luego ser abuela, es algo emocionante, hermoso, ellos son mis amores también. Soy muy feliz junto a ellos, jugamos y los disfruto mucho. Mi madre para mí es todo y le agradezco a Dios que la tengo conmigo. Yo los crió con buenos ejemplos y agradezco a Dios que son muy buenos los dos. Siempre los aconsejé, los dos hablan mucho conmigo. El varón vive en Mar del Plata pero ante cualquier inconveniente que tienen enseguida me cuentan y buscamos una solución a lo que sea, tenemos muy buena relación. A decir verdad, son muy mameros los dos. En este tiempo de pandemia nos hemos cuidado como se han cuidado todos y principalmente por mamá. Han sido meses muy difíciles, porque no podes ver a tus hijos y nietos. Se extrañan mucho, pero bueno, fueron meses donde toda la gente estaba igual. En esta nueva etapa ya nos anotamos con mamá para la vacuna, gracias a Dios estamos bien. Y cuando tengamos la suerte que nos llamen y podamos vacunarnos creo igual hay que seguir cuidándose un poquito más, Dios va querer que pronto pase toda esto que parece una pesadilla y ojalá todo vuelva a ser como antes, que podamos disfrutar tranquilos y en familia”, sostuvo.
Camila (24 años) es la hija de Adriana y nieta de Olga. “Estoy en pareja hace diez años y tengo cuatro hijos, Berenice de 8, Isabella de 7, Alejo de 4 y Charlotte de 2. Por mi abuela y por mi mamá siento mucho orgullo, por las mujeres que son, y por todo lo que lucharon las dos para criarnos a mi hermano y a mí. Y ser mamá es lo mejor que me pasó. Me hace muy feliz ver todo lo que aprenden mis hijos todos los días. El pasado 8 de marzo fue el “Día Internacional de la Mujer”, a mis amigas les digo que soy feliz por tenerlas y les agradezco que estamos juntas en las buenas y en las malas. Con mi madre y mi abuela deseamos y esperamos que se termine con la violencia contra las mujeres y con los femicidios. Las mujeres hoy necesitan ser escuchadas antes de tener que lamentar después un final trágico. Es momento de ponerse en acción y luchar por nuestros derechos”, concluyó.
Desigualdades cotidianas
Una de las prioridades de las actuales políticas públicas es fortalecer la generación de estadísticas sensibles al género y la creación de líneas de base que posibiliten una mirada profunda y precisa de las problemáticas a atender, contribuyendo al diseño de las políticas efectivas en la materia, el monitoreo de sus impactos. Cuando se resalta que una mujer fue la primera en un cargo público, privado o de organizaciones sociales, se detecta que el camino a la igualdad y la equidad es lento y sinuoso. No es un dato menor: es la base de las violencias que pueden convertirse en femicidios. Allí están las desigualdades cotidianas, profundizadas en este último año por la pandemia por coronavirus.
Día internacional de la Mujer
En 1975, Naciones Unidas designó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer o el Día Internacional de la Mujer Trabajadora con la idea de conmemorar la lucha femenina en su reclamo de igualdad de oportunidades en la sociedad. Aunque esta efeméride oficial tiene apenas 45 años, la conmemoración tiene múltiples antecedentes a lo largo del último siglo. Durante los primeros años del siglo XX, distintos movimientos organizaron manifestaciones que tenían el mismo espíritu que el actual 8M, sumando un significativo reclamo: la posibilidad de las mujeres de participar de los procesos electorales de la época. Finalmente, el 28 de febrero de 1910, en la segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas fue el día en que los movimientos que participaron del encuentro definieron, por primera vez y bajo el consenso de las participantes, que el 8 de marzo se convertiría en el Día Internacional de la Mujer.
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