Parecía una noche de fiesta la de la Bombonera. Parecía. Le alcanzaba con poco: con la prolijidad de estos últimos partidos y con el viento a favor de los puntos conseguidos, más la confianza que el equipo repetido en nombres ya mostraba en la cancha desde que empezó el partido en el que Boca terminaría empatando 2 a 2 contra Central Córdoba, hasta que a los 38 minutos del segundo tiempo Iván Gómez clavó ese derechazo afuera del área y empató un partido que un rato antes pintaba para goleada.

Y es difícil desprenderse del resultado, lo que genera y la responsabilidad de Boca a la hora de analizar dónde queda parado el equipo después de este paso atrás. Porque si bien hubo un primer tiempo en el que empujó desde el principio y no se desesperó y hasta llegó con frecuencia al arco de Alan Aguerre, la ventaja que sacó a través de la pelota que Rodrigo Battaglia empujó a la red (después del noveno córner a favor), esa etapa dejó en evidencia mucho más el plan de partido largo de los santiagueños que la opción de que el dominio xeneize haya sido producto de un equipo avasallante y coordinado.

Se habían visto, sí, cosas. La movilidad y verticalidad de un Brian Aguirre al que la confianza de la continuidad le dio un valor agregado y -en este partido sí- con un buen aporte de un Carlos Palacios comprometido en la recuperación y al servicio de donde se lo pudiera necesitar. Eso, más la acostumbrada pegada y el ordenamiento que da Leandro Paredes y el empuje de los dos delanteros (a quienes poco queda por reprocharles), alcanzó para que el resultado llegara a un 2 a 0 promisorio tras la buena definición de Merentiel y para que la gente estuviera viviendo una noche feliz.

Sin embargo (y contra todos los pronósticos), ese fue el punto de inflexión para la visita. De Felippe leyó el partido y mandó tres cambios a la cancha, que tuvieron dos golpes de suerte. Uno, el gol de Florentín en medio de una jugada que la defensa de Boca tardó en despejar y que Marchesin y Battaglia casi que ayudaron con su pasividad ante el cabezazo goleador abajo del arco. La otra, la que tal vez pese más a la hora de los reproches post empate: la única decisión de peso que surgió desde el banco de Miguel Ángel Russo en los 90 y pico de minutos. Es decir, el único cambio de los cinco posibles que mandó a la cancha.

Con esa variante de difícil comprensión contextual (entró Alan Velasco por Aguirre), Boca perdió en agresividad, desaprovechó la chance de sumar piernas en pos de pelear mejor el mediocampo para los 20 minutos finales y -encima- dejó en cancha a un Palacios que ya estaba algo cansado y que asomaba como una mejor opción para dejar la cancha si el relevo era el ex Independiente.

Para peor, ni los dos avances peligrosos del Ferroviario antes del 2 a 2 ni la evidencia de cómo el equipo perdía consistencia hicieron que el banco volviera a moverse siquiera una vez más. Sí, a Boca le empataron un partido que ganaba 2 a 0 en la última media hora y le sobraron cuatro cambios.

Podría haber sido la consolidación de un momento de crecimiento. Podría haberse subido a la punta de la zona y también a la de la tabla anual. Podría, pero no fue. Tal vez por cuestiones del fútbol, porque son partidos (o momentos). Pero en este Boca castigado durante todo el 2025 parecen repetirse las culpas propias. Y este 2 a 2 es un golpe duro para la ilusión que se encendía en una noche que parecía de fiesta. Parecía...