Europa es el principal mercado para las exportaciones agroalimentarias israelíes, por encima del acuerdo de libre comercio que mantiene con EE.UU. El agro israelí es el más innovador del mundo; y esto sucede en un país de 8.5 millones de habitantes, con 40% de su superficie que es un desierto equiparable al Sahara.
El agro ha logrado un aumento sistemático de productividad de 26% en 10 años (1999/2009); y lo hizo con 12% menos de tierra utilizada. El agro hebreo destina por ley 20% de sus ingresos a la investigación científica y tecnológica (R&D); y orienta estos recursos a la explotación de oportunidades nacionales e internacionales, con un carácter estrictamente comercial y productivo.
Esto ha hecho que Israel disponga de más de 40% del mercado europeo de frutas y hortalizas; y en esta línea también es el 2do proveedor de flores en Europa; y sus productos se originan en las tierras arenosas del Negev, lo que está sólo por debajo de la producción de los Países Bajos.
La producción agrícola es intensamente cooperativista, y está integrada por unas 750 cooperativas de avanzada, asistidas por 2.000 “Start-ups” agrícolas altamente especializadas en biotecnología e irrigación.
La biotecnología hebrea tiene como objetivo central la creación de nuevos tipos de proteínas, lo que la han convertido en la avanzada de la ingeniería genética, vanguardia de las “ciencias de la vida”.
Por eso es una creadora incesante de nuevos alimentos proteínicos con equipos de investigación que son potenciales “Premios Nobel”.
Vienen a satisfacer, en suma, la gran carencia del sistema alimentario actual, que busca hoy al mismo tiempo más y mejores alimentos combinados con una superior protección de la salud.
Todo gira en definitiva sobre la creación deliberada de nuevas realidades proteínicas, surgidas de un proceso circular propio de las “leyes de la vida”.
Esta es la actividad central de la biotecnología israelí; y está acompañada de una red cada vez más densa y diversificada de actividades complementarias, como la automatización, la robotización flexible, y la nano-tecnología o miniaturización, todas ellas desplegadas con un criterio preferentemente biológico y no mecánico o repetitivo, típico de la era industrial.
En todos los casos, en el eje de estas extraordinarias cadenas de innovación, hay un centro de formación y de investigación de nivel mundial, al estilo del que existe, sólo que en un tamaño reducido, entre Silicon Valley y la Universidad de Stanford.
Los 2 principales son la “Facultad de Agricultura de la Universidad de Jerusalén”, situada en Rehobot; y la otra es la “Escuela Volcano de Investigación Agrícola”, creada y sostenida, con total autonomía, por el Ministerio de Agricultura, y que constituye un centro de excelencia de nivel internacional.
Israel, en breve síntesis, es una Nación, un Estado, y un Ejército; y también es una visión que es “transformar un desierto en un vergel”.
Un ejemplo de esta vocación profunda es que había menos de 5 millones de árboles en 1948, cuando David Ben Gurión proclamo la Independencia, en tanto que ahora ascienden a más de 200 millones de ejemplares, con los que ha logrado revertir el proceso histórico de destrucción y erosión de los suelos originado en el Imperio Otomano.
Se puede resumir la situación del agro israelí en estos términos: el país tiene una superficie de 27.800 km2, con 470 kilómetros de largo y 135 kilómetros de ancho, y el régimen de lluvias en un ambiente árido o semiárido es de 400 mm por año o menos.
Israel es una visión y una misión, y al mismo tiempo una estructura estricta de oportunidades y logros comerciales y productivos. Es un mundo de aspiraciones extraordinarias, no utópicas.