El uso de pesticidas químicos ha polucionado los ríos y arroyos de Europa a través de la molécula creada por la industria química denominada TFA (ácido trifluoroacético) que ha resultado indestructible y hondamente contaminante, y que afecta sin excepción a los países del Continente.
El Centro de Tecnología Hídrica (WTC) de Karlsruhe en la República Federal, se mostró absolutamente impotente frente al nuevo flagelo, y adujo que “…no hemos visto nunca nada parecido”, aunque señaló que el origen del TFA es el uso intensivo de herbicidas de origen químico, diseminados por la proliferación de refrigerantes y pesticidas.
El cambio climático (o “calentamiento de la atmósfera”) no es una ideología ni una doctrina, sino la consecuencia directa de la 2da Revolución Industrial surgida de la industria automotriz y de la producción química, y cuyo epicentro fue EE.UU y Alemania a partir de 1900.
La industria química global es esencial para la producción agroalimentaria en el mundo, y sin ella no habría habido forma de garantizar la seguridad alimentaria del planeta.
Pero este gran logro de la innovación y de la ciencia alemana ha tenido como contrapartida una emisión desmedida de dióxido de carbono (CO2) así como una polución generalizada del medio ambiente.
La Agencia Ambiental (GEA) de la RFA afirma que la principal amenaza son hoy las sustancias sintéticas que no pueden ser destruidas y que se acumulan en todos los niveles de vida y de trabajo de las sociedades europeas.
Son los caracterizados como “químicos eternos”; y entre ellos, y en 1er lugar, se encuentra la mortífera TFA, que corrompe los ríos y los arroyos de Europa.
La Comisión Europea (CE), el organismo ejecutivo del gobierno de Bruselas, discute la posibilidad de prohibir los pesticidas químicos, y establecer límites estrictos en los niveles de utilización del agua para el consumo humano.
Todo esto implica enfrentar a poderosos “lobbys” industriales, sobre todo en el muy influenciable sistema de gobierno europeo, en especial en Francia y en la industria automotriz alemana,
La híper-regulada y burocrática economía europea carece de flexibilidad ante los nuevos desafíos.
Mientras tanto está demostrado que los “químicos eternos” se concentran en los alimentos, y en especial en las frutas y hortalizas.
Se acerca, en síntesis, el momento de la verdad para el medio ambiente del Continente. Ahora hay que actuar y decidir lo que no ha sido nunca una virtud particular del gobierno de Bruselas, inmerso en un universo de papeles y de interminables seminarios, donde lo que importa es tener razón sobre puntos específicos y no lograr resultados.
La lista de los “químicos eternos” supera los 10.000 en la Unión Europea, y aumenta día a día; y en todos los casos están vinculadas a enfermedades de todo tipo como el cáncer, los problemas de fertilidad, y las disrupciones hormonales; y a pesar de eso muchos de estos “químicos eternos” son esenciales para la producción de semiconductores o “chips”, el núcleo estructural de la Inteligencia artificial.
El TFA crece exponencialmente y ha aumentado en más de 5 veces en los últimos 20 años, y en algunos países el porcentaje es todavía superior, como es el caso de Dinamarca donde se ha elevado en más de 10 veces en el mismo periodo; y este desafío está destinado a crecer en los próximos años por el incremento generalizado del uso de pesticidas y de productos químicos en general.
La única respuesta verdadera a esta amenaza existencial para el medio ambiente europeo y la salud de sus habitantes, no es dejar de utilizar fertilizantes, que son absolutamente necesarios para la producción agroalimentaria, sino que hay que volcarse al mundo biológico, en una imprescindible transición realizada a través de las “ciencias de la vida” y el conocimiento más avanzado de la época que es la biotecnología.
Es lo ya está ocurriendo, sobre todo en EE.UU y en los países de América del Sur (Argentina y Brasil en 1er lugar), donde el uso de fertilizantes biológicos crece 4 y 5 veces por encima de los químicos.