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El Pazo de Javier Milei para liberar al agro

Redacción Vanguardia

El ex hombre fuerte de Agricultura, ahora en Cancillería, para habilitar acuerdos comerciales.

 

Agreement suena parecido a agro, en español. Pero significa acuerdo, en inglés. El juego de palabras e idiomas sirve para simbolizar el protagonismo del agro en el histórico acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, en el que por ahora no se habla francés.

El dato central que puso fin a dos décadas de negociaciones turbulentas es que Alemania le ganó la pulseada a Francia en un momento en el que en París no hay gobierno. La líder de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, viajó de sorpresa a Montevideo impulsada mientras el galo busca primer ministro y dio el paso que es un gran trofeo tanto para Lula como para Javier Milei, por la oportunidad que significa para los productos exportables sudamericanos, sean elaborados en un país gobernado por izquierda o por derecha. Las visiones ideológicas se expresaron, claro, pero quedaron minimizadas al francés: “pour la galerie”.

El presidente Emanuel Macron llegó a decirle a Milei, días atrás, que “el acuerdo perjudicaría la reindustrialización argentina, como a los agricultores franceses”. El sincericidio no tuvo el mejor destinatario, en función de cómo viene evaluando el presidente argentino la supuesta disyuntiva "campo-industria"...

En los últimos dos años hubo siete rondas de negociaciones fallidas para revivir el acuerdo de 2019, pero fracasaron sobre todo por el "lobby" proteccionista de los agricultores franceses, que décadas atrás nos enseñaron sobre los trigos y otros desarrollos agropecuarios pero hoy se cierran porque no quieren competir contra argentinos, brasileños, uruguayos ni paraguayos.

Entre las sorpresas, la impronta “diplomática” de Milei disparó conjeturas. Aunque el pragmatismo del presidente ya no es novedad, la visión “olímpica” del nuevo canciller, Gerardo Werthein, está colaborando mucho, y adquiere una dimensión mayor al jugar en tándem con Luis “Toto” Caputo, el ministro de Economía, que con la macroeconomía ordenada fronteras adentro está mirando más para afuera, no tanto para pedir prestado dinero sino para conseguirlo a través de las exportaciones.

Según reflejó Natasha Niebieskikwiat, Caputo consideró en una reunión con pares de la región que para "ordenar la economía", mantener el combate a la inflación y atraer inversiones Argentina necesita al Mercosur como también habilitar la firma de "acuerdos bilaterales que dinamicen el comercio".

En ese aspecto, el reciente desplazamiento de Juan Pazo, el hombre fuerte de Agricultura que fue reemplazado por Pablo Lavigne como secretario de Producción, toma una relevancia positiva, porque el funcionario reubicado venía desarrollando una interesante agenda de acuerdos internacionales para los productos agroalimentarios, y desde la Cancillería eso se podría potenciar. Felipe Solá lo intentó con Jorge Neme como facilitador de acuerdos y créditos internacionales.

Ahora Caputo y Werthein estarían buscando algo similar con los buenos oficios de Pazo, que en los últimos meses asumió, como ya lo destacaba el ex secretario de Agricultura, Fernando Villela, que para vender agroalimentos argentinos es fundamental establecer acuerdos entre los países, en especial sobre requisitos sanitarios y también arancelarios. Después, pueden operar los empresarios, pero sin esos “marcos estatales” no se logra avanzar en lo comercial.

Milei quiere vincularse con Estados Unidos, y más aún cuando asuma su amigo Donald Trump pero no ha quedado pegado a la cerrazón del norteamericano y dijo: "Todo lo que ayude a flexibilizar, bienvenido".

Habrá que ver cómo sigue el debate de la agenda 2030 sobre ambientalismo, derechos humanos y género, en la que Milei no se inscribe, pero es fundamental que haya tendido puentes con la aspiradora de alimentos asiática (China y vecinos) y ahora haya afirmado que “mientras vecinos como Chile y Perú se abrieron al mundo y entablaron acuerdos comerciales, (los sudamericanos) nos encerramos en nuestra propia pecera, tardando más de 20 años en cerrar un acuerdo con el que hoy festejamos…Pero ellos ya tienen acuerdos de libre comercio con más de 20 países y sus economías han crecido más que las nuestras”.

Lula también tuvo que hacer gala de su pragmatismo. En su discurso quiso mostrar diferencias con el acuerdo de 2019, que en ese momento firmó su antecesor y archirival Jair Bolsonaro. El presidente brasileño superó los escollos del campo de su país, que no le es afín y no quería regalarle este logro.

Quizás la mejor síntesis la logró el saliente Luis Lacalle Pou, que tras criticar las trabas que le había puesto Alberto Fernández, sintonizó con Milei sobre libertad y flexibilidad. Advirtió que “el Mercosur no es contradictorio con la flexibilidad del bloque” y abogó por el buen trato y los buenos modos, en alusión indirecta a la verborragia incendiaria de Milei que esta vez lució moderada.

Digámoslo como se habla “en la calle”. Milei –según muchos argentinos- “es un loco que dice de todo pero está haciendo bien las cosas”. Es una manera de decir que, más allá de las palabras y los idiomas, las opiniones son libres y los hechos “sagrados”: como este paso adelante sobre comercio, la actividad humana que históricamente ha desarrollado –en el amplio sentido de la palabra- a pueblos, naciones e imperios.

En ese contexto, en el que quedó demostrado una vez que la realidad siempre se subleva, como predica Jorge Castro (lo dijo sobre este tema semanas atrás en Clarín Rural), la potencia agroalimentaria de Argentina (pionera en eso en el Mercosur, aunque perdió terreno en los últimas dos décadas) es una clara ganadora en este “mundial”. No parece casual: en lo poco que nuestra nación juega en la vanguardia global, dos rubros son indiscutidos: el fútbol y el campo.

 
 

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