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Sociedad

Del archivo de LV: Evel Daguerre: el pediatra que dio su vida para tener niños sanos en un mundo mejor
19-09-2021

 

 

En 1950 llegó nuestro primer pediatra. El doctor Evel  R. Daguerre, quien residió en esta ciudad la mitad de su vida, había nacido en Dolores y estudiado en la Universidad Nacional  de La Plata. En 1973 el partido de sus ideas –la Unión Cívica Radical- lo postuló para intendente municipal. Durante la campaña, habló de “un país enfermo de deshonestidad” y mencionó “la necesidad de vivir en un régimen de austeridad republicana”.

 

Es la incorporación de profesionales lo que también marca el desarrollo de una ciudad. Son los universitarios que, con el título en sus manos, llegan para ganarse la vida, brindar sus servicios y muchas veces –respaldados por lo aprendido y vivido en los claustros- se suman a la vida comunitaria o política de esa localidad en la que nacieron o que no conocían. El doctor Evel R. Daguerre vino en 1950 con ese diploma y la experiencia de la militancia estudiantil. Pero trajo algo más, mucho más.

¿Cuántos bebés, chicos, jovencitos – hoy abuelos- habrá atendido en sus tres consultorios y el Hospital ? ¿Cuántos padres de aquel tiempo habrán depositado su confianza en ese médico que fue nuestro primer pediatra? Esa especialidad no había sido hasta entonces “inaugurada” en Balcarce. Fue recién en esa década en que la pediatría se sumó con un profesional al quehacer médico local, mucho más tarde que otras ciudades y ochenta años después que abriera sus puertas el Hospital de Niños, en la Capital. Le tocó la responsabilidad a aquel dolorense.

Si los recuerdos no fallan luego fueron llegando los doctores Jorge Raúl González –nacido en La Plata-, Ismael Alberto Coria, Ramón Drube y volvió a su Balcarce, ya médico, Alejandro Cano, entre otros.

El apellido Daguerre, por otra parte, tuvo y tiene una conocida presencia en nuestra vida. Alina, Nilsa, Juvel, Araceli (Chely), Omar y Aminda (Pipa) –todos hermanos de Evel- fueron radicándose paulatinamente.

Están hoy además hijos y nietos que también son descendientes de los vasco-franceses de un lugar cercano a la frontera norte de España. Uno de ellos compró en 1885 una pulpería y almacén de ramos generales en la zona de la Esquina de Crotto, como escribió hace años en La Nación el colega Oscar E. Balmaceda.

En ese momento la posta era una de las dos que quedaban del siglo diecinueve: la otra, cerca de Santa Clara del Mar. Por eso los Daguerre son de Dolores y de allí fueron viniendo a nuestra ciudad.

 

Evel, egresado en 1938 del Colegio Nacional de Dolores, cursó medicina en la Universidad Nacional de La Plata con apoyo de su hermano Juvel, quien trabajaba como docente. En ese tiempo participó activamente en la política universitaria. Fue titular del Centro de Estudiantes de Medicina y más tarde presidió la Federación Universitaria. A su lado era secretario un platense que el mundo reconoce y la Argentina lloró trágicamente: René Favaloro. 

Tras la residencia en el Hospital de Niños, Daguerre vino a curar balcarceñitos. Primero en el consultorio que abrió en calle 17 casi esquina 20, donde hoy asimismo funciona un centro médico. Esa atención la brindó después en calle 19, cerca de la Cámara de Comercio. Finalmente lo hizo en su casa, donde ahora reside su hijo Santiago, también médico y pediatra. Se casó con Martha Talou y tuvieron otros tres hijos: Claudia, quien vive en la Dolores paterna y es psicóloga de niños; Martín, médico clínico, desde hace décadas en España, y Lisandro, ingeniero civil.  El doctor Daguerre además de recibir diariamente también en el Hospital a chicos y padres, en cada jornada trabajó para que el banco de sangre funcionara lo mejor posible. En cuanto a aquella militancia en sus años juveniles, no fue sólo entusiasmo e interés de una etapa. Siguió aquí como ciudadano preocupado por la cosa pública y las políticas que tendieran a mejorar la vida de la gente. En 1973 el partido de sus ideas –la Unión Cívica Radical- lo postuló para intendente municipal. Fue la elección que siguió a siete años de una de las dictaduras argentinas. Tres meses antes del comicio –el viernes 15 de diciembre- fue iniciada la campaña electoral.

 

El Liberal señaló al día siguiente que el candidato había enfatizado ante militantes y vecinos que el país estaba enfermo de deshonestidad y que las municipalidades –“embrión de la democracia”- estaban destruidas por las tiranías para mejor embaucar al pueblo. Esa noche Daguerre –fiel a su pensamiento- afirmó la necesidad de vivir en un régimen de austeridad republicana. Había nacido en Dolores en 1919 y murió en 1980 en La Plata, la de su formación médica y cívica. Es justo afirmar que en Balcarce –su tercera ciudad, donde vivió 30 años- hizo honor a aquello de trabajar “por un niño sano, en un mundo mejor”, el lema de la Sociedad Argentina de Pediatría que hoy nuclea a más de 15.000 colegas en todo el país.

 

Santiago Daguerre, pediatra como su padre, así lo recuerda en una charla con La Vanguardia publicada hace años atrás por Beto Vuotto. Siente el médico el dolor, la bronca y muchas veces la impotencia cuando el paciente ya no da más y parte, a pesar de la ciencia y el conocimiento profesional. Quizás esas sensaciones sean más fuertes cuanto más corta es la vida que se pierde. Quizás ese impacto personal no conmueve tanto a un hombre cuando tiene años y años de consultorio o de hospital. Esto último no ocurrió cuando el doctor Horacio Pujato le comentó el primer día de marzo de 1958 a Evel Daguerre lo que marcaba la estadística del reciente febrero. Habían muerto en Balcarce más de 20 chicos por diarrea. “Sé que quedó descarnado, que quedó muy dolido” dice hoy Santiago Daguerre sobre esos días de impotencia. Es que –y ésta en la mejor imagen en la memoria de Santiago- “era un guerrero de grandes batallas, que con fortaleza luchaba todos los días y que buscaba que se tomaran medidas para prevenir enfermedades”. Claro que fue un tiempo en que las vacunas no eran algo habitual o en que la poliomielitis atormentaba al gobierno, los médicos y la gente. También esa pelea era contra el sarampión, la tos convulsa, la rubéola. La ciudad necesitaba tener agua corriente, obra fundamental cuya primera red se habilitó en 1959.

 

El primer pediatra de Balcarce seguramente, como todos los médicos y todo el mundo, tenía buenas y malas jornadas. Cuando llegaban estas últimas, cuenta Santiago, su padre se iba al cerro a charlar a la casa de un amigo, buscando el espacio, el respiro, para volver. “Le costaba cobrar por una consulta, como si no tolerara que los padres le pagaran por haber atendido al hijo” recuerda también. En la farmacia estaba además abierta la cuenta corriente de la familia, pero el farmacéutico sabía que por orden del doctor Daguerre también retiraban medicamentos quienes no podían comprarlos. Estas evocaciones no quedan limitadas sólo al entorno más íntimo o cercano. En un panel del año pasado -alcomenzar la celebración de los 50 años del Colegio Nacional-,el traumatólogo y ex intendente Rafael Galindo y el juez Juan Manuel Fernández Daguerre contaron por qué decidieron estudiar en la Universidad y ambos coincidieron  en mencionar al “tío Evel”. Algo así como la influencia de una conducta no sólo en hijos, sino también en sobrinos. Santiago hace un alto en el relato sobre el médico y habla de la otra pasión de Evel, la cosa pública, la marcha del país. Entonces vienen a su memoria otros instantes en que –cuenta- vio a su padre “quebrado”. Fue el 28 de junio de 1966 cuando Arturo Illía dejó de ser presidente de la Nación por decisión militar, una vez más en aquella época.

En ese andar por la política también el pediatra tuvo sinsabores porque el resultado de la elección de 1973, en que fue candidato a intendente municipal, no le cayó del todo bien y hasta estuvo algunos días sin abrir el consultorio. Cuando la vida de Evel llegó al final –el 10 de agosto de 1980- Santiago cursaba tercer año de medicina en La Plata. Ahora sigue conservando cartas que hasta ese día le enviaba, como a los otros hijos. En alguna se lee su letra de médico y con mayúscula “No fumés”.  Personalmente sabía por qué lo decía.

 

 “Sentí que lo amaban realmente” cuenta el hijo refiriéndose a los amigos, conocidos, padres que en él depositaban su confianza. Desde hace años la Escuela N° 14 del paraje Bella Vista se denomina “Dr. Evel Daguerre”. Semanas atrás la Municipalidad –a través de sus departamentos Ejecutivo y deliberativo- dispuso imponer ese nombre a la calle 59, como también lo hizo con otras arterias y denominaciones.

Santiago cuenta que van a su consultorio abuelos que suelen hablarle de Evel. Es que en muchos ha quedado el recuerdo, tanto como el cariño, 30 años después de su partida.

 

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