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Deportes

El emotivo relato de Marina Montoya, la ultramaratonista tras su paso por Patagonia Run
18-04-2019
 
 
Poco después de haber terminado los 160 kilómetros de Patagonia Run (distancia que ahora todos se empeñan en llamar las “100 Mi” como si fueran más especiales), miré quiénes habían terminado y cuántos no habían podido. Yo felizmente no formaba parte de la lista roja. Vi varios nombres “ilustres”, y otros a los que admiro. Me pregunté por qué no pudieron…cada uno tendrá su razón. Yo solo sé por qué terminé. Fue por todo lo que hice y no por lo que no hice como me ha pasado en carreras anteriores que pudieron costarme un “DNF” (abandono). Todo lo que hice fue dictado por cuatro cosas básicas: mis experiencias previas, no solo las buenas sino sobre todo las “fallidas”, que no lo fueron tanto, porque no me hubieran servido de enseñanza; frases clave que oí alguna vez de unas pocas personas, de esas que hay que escuchar…y dije frases, y no consejos, porque las personas “sabias” de verdad no te dan una clase de cómo se corre una carrera (“tenes que” hacer esto o lo otro). Esos sabios te enseñan mientras te cuentan su historia. Está en cada uno saber escuchar. Y por último, lo que no debe faltar: usar el sentido común y aprender a confiar en la intuición.  Unas pocas cosas importantes que me enseñaron mis experiencias previas: que mi peor “enemigo” en carreras largas es el sueño. Que si llueve mucho en poco tiempo o poco durante mucho tiempo, las membranas pueden terminar perdiendo eficacia; si me mojo, me enfrío. Si me enfrío (ya sea por lluvia, temperaturas bajas o viento, o todos juntos), el cuerpo y la cabeza pueden dejar de funcionar correctamente y la carrera se puede ir al carajo. Que lo que yo creía que era “comer mucho en carrera” (soy medio pac-man en la vida) en general seguía siendo insuficiente, o desordenado, y que no podía llegar a sentir ni hambre ni sed. “Somos agua” y necesitamos (especialmente) glucosa y sodio. Que mis pies me pueden llegar a matar del dolor después de muchas horas/km pero son los que me llevan por el mundo y tienen que durar intactos el mayor tiempo posible, sin ampollas. Y lo de siempre: que nunca hay que parar, aunque se avance lento, y que nunca hay que pensar en la meta frente al Pub Dublín en SMA…sino en la que está a pocos km en el próximo PAS (me ha tocado oír algunos corredores tan “realistas" que calculo están llorando abrazados a algún árbol por la carrera en la que se anotaron).  Algunas cosas que me sumaron esas pocas personas (sin que lo hayan advertido), que parecen obvias pero a veces no impactan en nuestro subconsciente hasta que alguien te hace un “clic” en la cabeza y uno finalmente lo “entiende”. “Hay que comer mucho, pero mucho; necesitas energía”, “todo el tiempo en los puestos comiendo sumaron como 7 horas”, y aunque parezca contradictorio, no lo es: “No te quedés mucho tiempo en los puestos”, “Cronometrá el tiempo en los puestos”, “Un par de medias extra en la mochila siempre, te sirven además de guantes improvisados”, “un par de guantes de látex de primera capa”, ”Los días previos a la carrera dormí por lo menos 9 ó 10 horas”, ”Usa una manta de emergencia alrededor del torso bajo el goretex si va a hacer mucho frio!”, “Tuve que abandonar la carrera por las ampollas en los pies”, "El calor del cuerpo se pierde por manos cabeza y cuello”; “ unos cuantos cm de cinta pato pegada alrededor de los bastones para arreglar cualquier cosa”…(gracias Daniel Rearte , Silvio Luengo, Rodrigo Gerardin, Fede Sánchez Parodi, Juan Carlos Dachs, Gustavo Muñoz, Fernando Ali, Alejandro Kuryluk)… Desde que empecé a entrenar hace seis años con Gustavo Muñoz , el pronóstico del tiempo tiene un papel fundamental en mis entrenamientos: “El pronóstico solo te sirve para saber qué ropa tenés que usar” repite él, y yo también. Una semana antes de la carrera ya sabía que iba a llover. Si a eso le sumas que en la charla técnica el director de la carrera, hombre local dice al menos 8 ó 10 veces la palabra “mucho” delante de la palabra “frío”…creo que no hace falta más. Acá es donde les digo que interviene el sentido común. El subtitulado estaba diciendo “Pone más abrigo boludo!”. Espero no se molesten muchos pero: “el que avisa no traiciona”, si alguno pasó frío en la carrera…(ya saben cómo termina la frase montoyesca). En realidad no puse nada más en mis bolsas porque ya tenían de todo, y todo eso surgió de un entrenamiento de muchas horas en la sierra donde tuve la “buena suerte” de que lloviznara todo el tiempo”. Tenía todo para salir seca y abrigada después de cada bolsa. Una “pavadita” extra que se me ocurrió el día previo: fui a una carnicería en San Martin y pedí 3 grandes bolsas transparentes (me miraba raro el tipo). Puse todo el contenido de las bolsas dentro de ellas así al momento de sacarla en cada puesto podría ver rápidamente desde afuera lo que necesitaba (cuando luego vi un video donde Pau Capell desparramaba todo el contenido de la bola roja arriba de una mesa…me di cuenta que la idea había sido acertada). Poco antes de la charla, cuando iba a entregar mis bolsas, el compa de Paraguay, el millero más afable que conozca, Juan Gómez Gutiérrez dijo calmado: “voy a esperar a que pase la charla técnica para entregar las bolsas…por las dudas que digan algo”. Aunque estaba muy segura de que no iba a cambiar mucho en mis bolsas, ahí fue donde la intuición me dijo que eso era muy sensato y esperé hasta el día siguiente. Bien hecho! A último momento hice 2 cambios clave: cambié de lugar una chaqueta de lluvia (comprada en un outlet unas horas antes) y el cubre pantalón impermeable. Ambas prendas las llevé puestas casi toda la carrera, desde el momento en que fueron fundamentales hasta la meta, sumando una capa más de protección y abrigo. Bien por mí! Y ahora sigue la parte donde no pienso detallar por cada lugar y puesto que pasé. No recuerdo todo (y a mí me aburre un poco). Prefiero contar lo que hice con todo eso: usé todo, hice todo lo que tenía  planeado. Y lo que no estaba en los planes, lo resolví. De esto, lo más importante fueron dos cosas: el sueño y la comida. En las 35 horas de travesía tuve que dormír no una vez como había planeado, sino tres veces porque no daba más y así fue que combatí a ese enemigo que me ha causado los 2 “DNF” que tengo en el currículum. Yeah! A partir de la mitad de la carrera ningún alimento me atraía (no sé por qué a Pac man le pasaría algo así!). Alerta! me obligué a comer lo más sencillo y conocido en vista: membrillo y banana, además de gatorade, agua, café, coca cola y sopa caliente. Así casi hasta el final, cada 25’. Todo el tiempo. No pasé hambre, no tuve sed, no vomité. El motor tuvo “nasssta”. 
Y sí: después de subir y bajar el último gran pico, el Cerro Quilanlahue, empezó otra carrera. Una en la que empecé a hacer cuentas. Después de más de 30 horas me quedaban los últimos 27.5 km y pensé que no llegaba!! (por la sobrecarga acumulada en el cuerpo). Me pareció un final tan absurdo para semejante esfuerzo que algo “milagroso” sucedió: donde ya todos caminaban, se arrastraban o algo parecido, yo empecé a trotar, a correr, sin parar. …y me di cuenta que ya no sentía dolor en los pies ni en las piernas! Hasta que llegué al último puesto, y a 9 km de la meta con más de 3 h para recorrerlos, SUPE QUE LO HABIA LOGRADO. Iba a terminar las “100 millas”. Llegué trotando dignamente…entre esas pocas buenas personas que quedaban en las calles esperando a gente como uno, a pesar de la llovizna y de la hora. Y lo increíble es que me sentía súper bien después de 35 h y 9 minutos, de 162 km (167 según mi Fénix5) y creo que 9000 metros de desnivel positivo…increíble, todo. Los corredores que me conocen me habrán escuchado decirles más de una vez: siempre se puede un poco más. Los últimos 27 km fueron mucho de eso. A más de un corredor le parecerá que mucho de lo anterior son cosas obvias. Y sin embargo mucha gente se sigue equivocando en una o más cosas, cada uno lo sabe, y eso les impidió llegar. Descontando el obvio entrenamiento físico, una carrera de 160 km se termina por la suma de muchas cosas chiquitas y detalles que al descuido podrían dejarte fuera. Todo se magnifica en 160 km. Por eso unos días después me doy cuenta de que la Experiencia es una “señora” que de verdad existe: se presentó antes de tiempo, A tiempo, y que fue el momento justo porque me mostró lo que había hecho bien y mal antes. Y ahora va a ser una señora más gordita porque tiene otros 160 Km a cuestas con muchas cosas que salieron bien, pero me recuerda también que no me confíe, que nunca dos carreras son iguales, aunque sea el mismo evento o distancia, ni yo seré la misma cada vez, pero que si la llamo, y le sumo sentido común y confío en la intuición, las cosas van a ir saliendo bien muy probablemente. Los números algo reflejan de todo lo que he contado: largamos 226 corredores, llegamos solo 109. Fuimos 42 mujeres que lo intentamos, pero solo 21 lo logramos y de esas, fui la 15° en llegar; y la 7ma de mi categoría…. ¡¿Pero qué me importa!? En esta distancia los números se vuelven vacíos, al menos para los comunes como yo (ya saben quiénes sentirse identificados). Los 160 km, antes que nada, se terminan. Ahí está la victoria. …De los elite y de cómo transcurre la carrera en sus cuerpos y cabezas, es algo que no puedo imaginar, y la verdad, tampoco me interesa. Me siento una chica más superpoderosa siendo una persona común y trabajadora que ya ha atravesado por las montañas una distancia de 160 km (o más) en 4 oportunidades, y 2 de ellas, corriendo! Y en otras 2, me quedé en el intento. Ahora sí: Que pase el que sigue. se viene ultra trail guaraní, en la república del Paraguay!
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