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Sociedad

Don Lalli; el canillita que a los 81 años sigue siendo ejemplo
23-09-2018

Hace cinco décadas que lleva adelante un trabajo duro y de muchas horas. El contacto con la gente, su filosofía de vida y sus frases marca registrada.

Néstor Lalli (81) hace más de cincuenta años que es canillita. Nació en Ramos Otero y desde muy joven se acercó al oficio que lo marcaría para toda la vida. Tuvo una vida difícil en el campo y luego en la ciudad de la que prefiere no hablar y entonces, rápido de reflejos, cambia anécdotas por recuerdos. Pese a su edad, sigue siendo un ejemplo de constancia y de compromiso con una tarea que por el avance de la tecnología parece un tanto demodé. Sin embargo, Don Lalli está dispuesto a resistir. Todas semanas, con La Vanguardia en el canasto de su bicicleta recorre unos cuantos kilómetros distribuidos en los cuatro puntos cardinales de la ciudad. A fuerza de pedal y con una memoria digna de un matemático, calcula el tiempo entre su salida y la llegada a cada domicilio donde lo esperan con un saludo amable y un gesto siempre amistoso. “Es un hombre de trabajo, hace años que nos trae La Vanguardia. Es muy respetuoso y cordial”, dice Susana, una clienta que cada fin de semana abre la puerta de su hogar para recibir las noticias que llegan con ese hombre encorvado, con el párpado caído –secuela de un auto que lo atropelló hace dos años-, con un broche en la botamanga del pantalón para que no se engrase con la cadena de la bici, pero siempre con una sonrisa y un gesto amable. “La gente es muy buena. Después de tantos años no son clientes, yo diría que son amigos”, dice Don Lalli, un apasionado también de los tangos y las milongas.

Bien temprano                                                                                             

Don Lalli arranca bien temprano su día. La profesión de canillita es la del madrugador irremediable. Empieza cuando todavía falta para el alba y sigue hasta que el sol de la mañana se pone bien alto, cuando aún se escuchan los gritos que forman parte de su repertorio: “diaaaaario”, grita Lalli mientras monta a su bicicleta y alerta a sus compañeros de ruta, sus mascotas “marca perro”, para iniciar otro tramo del recorrido. Antes, llega a las oficinas de La Vanguardia para cargar sólo una parte de los cientos de diarios que entrega. “¿Tiene todo don Lalli?”, le pregunta una de las personas que trabaja en la distribución y la respuesta es ya un clásico y sale inmediatamente: “tengo todo hermano, qué grande esa tarjeta, cualquier cosa atiendo en mi oficina en el hotel Balcarce”, tira antes de bajar las escaleras donde lo esperan estoicamente sus compañeros inseparables de ruta mientras custodian su bicicleta y aprovechan para un merecido descanso de algunos minutos. Y ahí va. Don Lalli silva mientras recorre la ciudad, una rara avis de estos tiempos. Al compás de los chirridos de la cadena  oxidada de su bicicleta, también -cuenta- va elaborando parte de los textos que luego escribe en un viejo cuadernos en forma de prosa de barrio y espíritu tanguero.

Su día                                                                                                                  

El Día del Canillita se instituyó el 7 de noviembre de 1947, en conmemoración a la muerte de Florencio Sánchez, un periodista uruguayo que dio origen a esta denominación en su obra “Canillita”, con la que bautizó a un chico de piernitas flacas que vendía diarios. Ese día, Don Lalli es el recitado oficial de la cena de los canillitas. Un clásico, un momento que espera como lo haría un poeta antes de su primera presentación.

 

Pedaleando

Si bien las nuevas tecnologías han cambiado los hábitos de consumo de información de la audiencia y los diarieros ya tomaron nota del fenómeno hace tiempo, Lalli sigue apostando a la tradición de un oficio que resiste y que es parte de la leyenda urbana. Pedaleando en una bicicleta que es su único medio de transporte, no sólo cumple con su recorrido, sino que ayuda a mantener viva una gran parte de la historia de la ciudad.

 

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