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Sociedad

Esperanza de vida: tras diez años, por la nueva ley, podrá recibir un trasplante bipulmonar
15-07-2018 Juan María Rodríguez tiene 61 años y está en la lista de espera nacional. En 2010 fue sometido a un trasplante pero su cuerpo rechazó el órgano que recibió. Ahora, con la sanción de la ley Justina, se le abre una nueva esperanza de vida. Su historia. Un testimonio conmovedor. Foto: La Vanguardia.
La lucha de la familia de Justina Lo Cane, la niña de 12 años que murió, en noviembre pasado, a la espera de un trasplante de corazón, es ahora la luz que ilumina la esperanza de miles de personas en todo el país que esperan un trasplante para seguir viviendo.  La llamada "Ley Justina" dispone que todas las personas mayores de edad pasen a ser donantes, a menos que dejen constancia expresa de lo contrario. Esta iniciativa cambia el paradigma de la donación de órganos en nuestro país y, aseguran, será un modelo para el resto de América Latina. Pero en las pequeñas historias está el verdadero sentido y el impacto solidario y humano de esta ley. Como la Juan María Rodríguez (61),  un entrerriano, trabajador rural y carnicero,  radicado desde su infancia en Balcarce, que espera por un trasplante bipulmonar. Junto a su esposa cordobesa, Adriana Ledesma (57), se aferra a esta nueva oportunidad que, paralelamente, es parte de un sueño que, ahora, se percibe más cercano y posible. Juan, “El Puma” como lo llaman sus íntimos, y su esposa Adriana hablaron con La Vanguardia sobre la esperanza y las expectativas que le generó la sanción de esta ley. “El tema de mi enfermedad surgió hace tiempo. Fue una neumonía muy fuerte y una recaída posterior que me llevó a esta situación. Y ahí empecé a desmejorar, hasta que llegué al punto de no generar oxígeno suficiente. Empecé a andar con oxígeno ambulatorio y ahí me derivaron a la Fundación Favaloro y empecé el proceso de espera del trasplante que llegó en 2010 pero después mi cuerpo rechazó el órgano y se agravó mi situación, por lo que ahora necesito un trasplante bipulmonar”, contó Juan a este diario.

Proceso
Según contó el hombre que espera por el trasplante que le permita seguir viviendo, durante el día no se puede mover y sus actividades son muy limitadas. “No me puedo mover por la situación que estoy atravesando, falta de efectivo y poca movilidad. Tenemos que quedarnos en casa para achicar gastos de todos lados, aunque siempre estamos tratando de estar mejor, de mantenerme bien para que ellos, mi familia, esté bien. Todos me ayudan; mi esposa, mis hijas, mis nietos, mi yerno, los vecinos, los amigos, todos están pendientes de lo que me pasa. Gracias a Dios no me abandona nadie y me siento muy fortalecido por eso, me da fuerza para seguir luchando por ellos, porque le ponen todo, me dan ánimo siempre y eso lo llevo dentro de mí. Agradezco a toda esa gente que lucha por mí, porque, digamos, sino es uno es el otro que extiende su mano, se molestan de una forma o de otra, están siempre pendientes de mí y de la familia y eso me da muchas fuerzas”, sostuvo.  “Hasta donde te dicen, no hay nada más que hacer más que el trasplante. Tener una sola oportunidad es terrible, hasta que empezas a transitar este proceso, pero aprendes, lo asimilas, y te vas fortaleciendo sin saberlo”, dijo Juan.

Su historia
Juan pudo trasplantarse en 2010, pero 6 años después su cuerpo rechazó el órgano. “Él está en perfectas condiciones para recibirlo ahora, nosotros viajamos el 13 de junio y el doctor que lo atiende en la Fundación Favaloro le dijo que es paciente “potable” para el nuevo trasplante en este momento, siempre y cuando apareciera el órgano que se necesita”, contó Adriana, su esposa. Por eso, desde hace años, la espera del llamado genera tanta expectativa como angustia.  “Es como que esperas un llamado a la noche, a la mañana cuando te levantas y te ilusionas cada vez que suena el teléfono”, confesó Juan. “Él tiene que estar en perfectas condiciones de salud para el trasplante, no haber tenido fiebre ni resfríos durante esa semana o los 15 días anteriores al trasplante. Si él está óptimo en cuanto a su salud, al margen de la afección que tiene, puede viajar. Ellos te hacen un segundo llamado, y en el segundo llamado te dicen que tenes cuatro horas para llegar. La primera vez fuimos en auto, esta vez tenemos organizado el viaje con la ambulancia del Hospital y así poder llegar más rápido.  En este caso es distinto al primer viaje porque necesitamos oxígeno permanente para asistirlo”, expresó Adriana.

Controles
Cada dos meses, Juan viaja a la Fundación Favaloro y el 7 de agosto próximo debe volver. “Si vos ves que él está en perfectas condiciones es distinta la espera, vos esperas tranquilo, pero si vos no lo ves bien es otra cosa. Así que acá estamos siempre esperando ese llamado, tener todo medio en orden y listo para poder salir rápido si aparece el donante”, sostuvo Adriana. En el primer trasplante la espera de Juan y su familia fue relativamente corta: tres meses.  “Ahora llevamos dos años, y hemos pasado de todo, porque hemos tenido, por ejemplo, la mutual con limitaciones burocráticas para realizar distintos trámites. Pero eso termina siendo anecdótico, lo importante es que llegue el órgano y podamos hacer el trasplante”, mencionó Juan que por su situación es elecrodependiente, es decir que si vida depende del suministro eléctrico.

Mucho fútbol
Las horas pasan lento para Juan que prácticamente no sale de su casa. “Mira la tele, los partidos del mundial, mucho fútbol, y recibe visitas ya que siempre llega mucha gente para verlo. Los vecinos se preocupan un montón por él. Cuando hay un corte de luz los vecinos se desesperan, llaman a la Cooperativa, a los bomberos, y en una oportunidad vino hasta el intendente. Pero lo único que importa ahora es que aparezca el donante y que los órganos sean compatibles, ese es el otro dato”, afirmó Adriana quien agradeció especialmente a los doctores Fernando Islas y Carolina Spinelli.

Mensaje
“Yo creo que hasta que no te toca es difícil pensar en ser donante, pero cuando estas de este lado te da de pensar y reflexionas. Esta ley es una enseñanza para la sociedad entera, creo que todos tienen que ser donantes porque hay mucha cantidad de personas en lista de espera. Si no somos donantes, como en el caso de Justina que falleció por no tener un corazón, no privamos de donar vida. Creo que falta información, más trabajo en las escuelas, que se explique bien la ley y se genere conciencia sobre el tema de la donación de órganos”, finalizó diciendo Juan con la ilusión de que ese llamado de la Fundación Favaloro finalmente llegue.
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