Por Emilio Daniel Piedra. Días felices vivíamos en los ´70 en Pueblo Nuevo. Fútbol, amigos del barrio, charlas interminables post partido, sándwiches, gaseosas, y mucho potrero. A partir de las 14, con el almuerzo todavía sin digerir, se abrían las puertas del “estadio” para que empezaran a llegar los jugadores que, más tarde, protagonizarían como cada día, el partido más largo de la historia. La ubicación del “estadio”: avenida del Valle (hoy Eva Perón) por la vía al fondo, 106, entre 17 y 19, “el descampado”. Para el inicio de temporada, el pasto se cortaba a guadaña, las matas con la azada y a lo largo del año el transitar de las flechas, los pamperos y algún que otro “sacachispas” se encargaban de hacer el “mantenimiento” para que no crezca. Los primeros arcos fueron dos prendas de vestir colocadas milimétricamente a cinco pasos, que significaban cinco metros, como para mantener una relación con las escasas dimensiones de la cancha, después fueron las dos piedras más grandes que encontrábamos y, por último, años después, dos postes de madera pero sin el travesaño. Con la pisadita del “pan y queso”, los “dts/jugadores” se encargaban de seleccionar a los mejores para su equipo e iniciar el desafío de cada día; el “Tuna” González, “Pimeo” José Pereyra, el “Chueco” y el “Pato” Gutiérrez, “Califa” Julito Bibbö, “Chuca” Gutiérrez, “Patas largas” Leúnda, el “Loco” Leúnda (su hermano más chico), “Chiquitín” Molina, “Quico” Molina, “Mocoroa” José Gómez, “Pino” Miranda, el “Chungo” Santamaría, “Rolo” Santillán, el “Mono relojero” Jorgito Martínez, el “Pulga” Pessolano, “Pochango” Rodríguez, “Zurrita” Jorge Mostacero, “Corchito” Bedoy y quien escribe….daban cada tarde el puntapié inicial. Con el correr de las horas se empezaban a acoplar más jugadores que se iban enterando por costumbre, ó no sé cómo, que el picado ya estaba en marcha, con un principio pero sin un horario final, en medio del cual se salía y se entraba al partido de acuerdo a resistencia física o a la necesidad de descanso parcial….la falta de luz natural marcaba el final del partido…había durado 5 ó 6 horas….Fue una etapa increíble e inolvidable de mi infancia, que guardo como tesoro entrañable y relato una y otra vez que tengo la oportunidad.

El Tropero
En un momento creímos que éramos un grupo de jugadores que estaban en condiciones de competir con equipos de otros lugares de la ciudad y decidimos armar, en serio, un equipo para salir a medirnos con el resto. Fue así que mi papá, Juan, se ofreció a comprar los equipos de pantalones, medias y camisetas a cambio de que el equipo llevara el nombre del almacén que mi abuelo Emilio Martínez, que había fundado en 1941. Así nació el equipo “El Tropero”, que empezó a competir en los torneos Evita y Hombre Nuevo, que se organizaban en aquella época para promocionar el deporte y que todos pudieran mostrarse, dado que no había torneos de novena y octava como actualmente. Ahí se agregaron “Bichufle” Aguirre, “Hito” Miranda, “Gigí” Maresca, Gustavo Berruet, y el “Pato” Méndez. Como una linda experiencia, les cuento que en el año 1976 disputamos un torneo nocturno en el Club Ferroviarios. Fue fantástico. Participaron jugadores que luego fueron figuras del futbol balcarceño. Estaba dividido en dos zonas. Con pocas fechas para finalizar punteábamos la nuestra y Riegos Iturrospe la otra…viene Boca Junior de Capital a jugar con la selección Balcarceña un partido preparatorio (estaban de pretemporada en Mar del Plata) y nos proponen los organizadores que juguemos un partido preliminar entre los dos punteros, fue así que, previo a ese encuentro, que conmocionó a la ciudad, tuvimos la chance de mostrarnos, disfrutar de ese marco y empatar 1 a 1. Fue la primera vez que jugamos en una cancha reglamentaria y recibimos las felicitaciones de los jugadores de Boca de aquel entonces, que estaban precalentando dispuestos a entrar: Enrique Omar Sánchez, Rogel, Pernía, Nicolau, Potente, el Chino Benítez, entre otros estaban ahí, entre nosotros, deleitándose con los pibes de Pueblo Nuevo. En ese campeonato fuimos subcampeones de Boca Juniors, que tenía jugadores para sentarse en el medio de la cancha a verlos jugar: Bomba Lofiego, Peto Merlo, Sergio Constantino, el Flaco Belloni. Así participamos en varios torneos logrando buenas performances, subcampeonatos y un campeonato, que nos permitió competir en Mar del Plata, por un regional en el que enfrentamos a Cadetes de aquella ciudad, formador de grandes jugadores que se destacaron mundialmente, perdimos 5 a 0, pero el sabor de saber que pudimos competir con los mejores desde un humilde lugar, no nos lo quita nadie.

Emoción
Crecimos, empezamos a tener otras responsabilidades, se terminó una etapa, pero después de cuarenta y pico de años me encuentro con aquellos cracks y me siento un chico, reviviendo anécdotas, enojos, goles, en definitiva, reforzando y afianzando una amistad infinita. Hoy, los generacionales de esos tiempos, todavía recuerdan en algún encuentro, las gambetas y goles de El Tropero, reconociendo que desde la humildad, la unión, el tesón, la perseverancia y el amor propio, se pueden lograr sueños y permitir que chicos que no teníamos otro entretenimiento que el futbol fuéramos inmensamente felices. Gracias a mi papá Juan, a mi mamá Tita, a mi abuelo Emilio y a mi abuela Morocha por haberme ayudado a ser tan feliz en mi infancia y a  La Vanguardia que, a través de esta sección, me permitió recordar en estas líneas mis raíces, mi gente, mi niñez y revivir los inicios de mi pasión: el fútbol.

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