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Sociedad

Larita: una ausencia que duele y un pedido de justicia que emociona
29-10-2017 Darío y Silvina son los padres de Lara, la nena que murió tras un trágico accidente de tránsito. Reclaman justicia por su hija y hablan por primera vez. Desgarrador testimonio.
Es devastador. Las lágrimas de Silvina y Darío nos conmueven. Hay silencio. Sólo se escucha el griterío de un grupo de pibes que juegan a la pelota en la plaza, y donde el sol de una primavera incipiente irradia vida. En las paredes de la casa 106 del Barrio Hipólito Yrigoyen cada foto de la pequeña Lara es un recuerdo que duele y sacude el alma. No hay palabras. No hay explicación alguna para semejante ausencia. El 18 de agosto de este año, la nena de 3 años viajaba en moto con sus papás –Darío Colman y Silvina Luna- hasta un local donde comprarían los últimos regalos para su cumpleaños que pensaba festejar 24 horas después. Cuando Darío llegó a la esquina de la calle 35, dobló por 22 a baja velocidad y en un segundo la tragedia, el destino y la imprudencia se encargaron del resto. El conductor de un Renault Clío, Martín Rodríguez, un efectivo de la fuerza policial, embistió a gran velocidad la moto en la que viajaba la familia, subió a la vereda y se estrelló contra un árbol. Larita –que llevaba el casco que le había comprado su papá- no tuvo chances y perdió la vida en el Hospital Municipal como consecuencia de las heridas que sufrió y un fuerte golpe en la cabeza. Producto de la violenta colisión los tres literalmente volaron por los aires y golpearon duramente contra el pavimento. Pese al auxilio médico que recibió de inmediato, la nena no logró sobrevivir, mientras que Darío y Silvina fueron intervenidos quirúrgicamente por los múltiples traumatismos y quedaron internados con pronóstico reservado. El conductor del auto, en tanto, sólo sufrió algunas escoriaciones y heridas de carácter leve. Desde entonces, la investigación del accidente se tramita en la Fiscalía de Delitos Culposos de la ciudad de Mar del Plata, a cargo de la doctora María Teresa Martínez Ruiz. La causa fue caratulada homicidio culposo.

Testimonio
Darío que parece no poder con su cuerpo y con su alma, dice que cada mañana, cuando despierta y abre los ojos, es como si despertara de una pesadilla. “Me levanto, miro para todos lados y cuando me doy cuenta que no está más, no lo puedo creer. Es increíble como en un segundo nos cambió la vida y para siempre. Todavía no hemos realizado el duelo, y es como que no nos hemos podido despedir”. La emoción y las lágrimas que no puede contener interrumpen el relato del papá que desde que salió del Hospital Municipal se mueve como puede con la ayuda de un andador. Su pierna derecha quedó destrozada y necesita de meses de recuperación. Darío es albañil, no tiene obra social, y por su situación no podrá trabajar por un largo tiempo y eso lo angustia. “Lo único que hacemos es dejar que pasen las horas, pero todo es muy doloroso”, dice.

Sólo con fe
Silvina tiene fracturas en las piernas y en un brazo, y los tutores que sobresalen de las sábanas de la cama evidencian la gravedad de las lesiones que sufrió, aunque asegura que el dolor más grande lo lleva en su corazón. “Ahora estoy tratando de recuperarme, estoy mal por todo lo que pasamos, pero tratando de salir adelante, de a poco, con paciencia y con mucha fe en Dios”. A Silvina también la invaden las lágrimas cuando habla de aquella noche trágica y del recuerdo de su pequeña hija. Mira a Darío que está a su lado, toma su mano, y parecen en silencio consolarse en un rezo íntimo, sólo patrimonio de quienes han experimentado una tragedia semejante. “Tenemos la contención de la familia que es muy importante, pero a Larita siempre la tenemos presente. Lara era una nena muy alegre, entonces tratamos de recordarla así, con esa sonrisa, pero es imposible no ponerse mal. Esa noche nos cambió por completo la vida más allá del dolor de cómo estemos nosotros, es un dolor mucho más grande que no se puede explicar”, sostuvo.

Fortaleza
Más allá de todo, Silvina y Darío parecen fuertes, dispuestos a seguir adelante. “A veces estoy un poco más fuerte y él –por Darío- a veces se cae, y así estamos pero entre los dos la remamos, conteniéndonos, con el apoyo de toda la familia, los amigos y la gente. El cariño de las personas y la respuesta de la gente que nos ha llegado es inmensa. El día que nos recuperemos no nos van a alcanzar las palabras de agradecimiento para todos”, dijo Silvina quien debe ahora juntar 300 mil pesos para poder operarse y volver a caminar. “Veremos cómo la juntamos, pero no es algo que me preocupe. Lo que más quería y cuidaba en este mundo ya no lo tengo más, así que la pierna puede esperar. Quiero agradecer a todo el personal del Hospital y al doctor Núñez  Peñaloza que se ha portado muy bien con nosotros. Nos ha contenido y siempre no habló con la verdad”, afirmó Silvina.

Motivos
Cuenta Silvina que sólo los mantiene en pie la fe. “Pienso en Larita y ella, donde quiera que esté, nos da fuerzas para salir adelante, porque nosotros ahora nos tenemos que poner de pie para hacer bien nuestro duelo. No creo que a ella le guste que estemos así, pero su ausencia es terrible. A Larita le gustaba bailar, siempre estaba contenta, era muy picara, y una nena feliz. Ella cumplía años el 8 de agosto y se lo festejábamos el 19, y ese día habíamos ido a comprar las ultimas cosas, así que la verdad fue muy loco todo. Por eso queremos que se haga justicia. Sí, justicia por Larita”, se quebró.

Prudentes
En la entrevista con este diario, Darío contó que siempre andaba a baja velocidad en la moto, y que cada vez que iba con ellas tomaba todos los recaudos. “Este tipo –por el conductor del auto- andaba fuerte, porque vive en el barrio, y siempre decíamos que un día iba a provocar un accidente, aunque nunca imaginamos que las víctimas íbamos a ser nosotros. Por lo menos tenes que frenar en una esquina, no podes pasar del largo con una imprudencia total. Ese día Larita me dijo –se quiebra- “Papá, despacito”. Ella iba con el casco, pero Silvina no tenía.  Lo que pasó ya está, nadie nos va a devolver a nuestra hija. Sólo nos queda el dolor y su ausencia. Hoy pienso, no sé, si hubiera agarrado por otro lado, si la hubiera dejado con la prima, no sé, me resigno a pensar que era su destino”, concluyó Darío. A pocos metros, la habitación de Larita está intacta, pero en silencio. Es como si todavía la esperaran, aunque saben –dicen- que desde ahora y por siempre vivirá en sus corazones.
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