Gustavo Galera, ex futbolista y licenciado en psicología, fue el ser más cercano que tuvo Alejandro Giuntini  antes de dejar este mundo. El recordado zaguero de Boca Juniors y antes de Kimberley -de 49 años, casado y con tres hijas- murió esta semana en la ciudad de Mar del Plata tras no poder superar una leucemia que terminó siendo fatal tras un duro proceso de dos años. Giuntini, quien ya llevaba varios años como técnico, fue un tipo de esos que el fútbol entrega todo el tiempo y que, a veces, pasan desapercibidos. “Tengo una profunda tristeza. Estoy tratando de asimilar su ausencia en lo cotidiano de nuestra relación de amistad. Todavía es muy reciente y me cuesta aceptar su partida tan inesperada, ya que siempre tuve la esperanza  que pudiera curarse. Significaba para mí, lo que para otra persona un hermano, ya que luego de 35 años de amistad uno conoce al otro de una manera muy profunda, compartís su historia y creía que la vejez nos iba a encontrar juntos. Alejandro era un futbolista de Mar del Plata, que se preparó toda su vida para jugar al fútbol a nivel profesional y lo logró. Una persona amable, humilde, con valores y principios, centrada en su familia y amistades. También se destacó como entrenador con una cultura por encima de la media y ansias de superarse en todos los aspectos de su vida”, dijo Gustavo sobre su amigo de la vida. Galera jugó en Ferroviarios de Balcarce en la década del noventa, colaboró con el fútbol infantil  y desde entonces mantiene vínculos con la ciudad.

-¿Era un tipo pleno Alejandro? -Era un tipo pleno cuando de fútbol se trataba, también lo era en lo familiar, principalmente en relación a sus tres hijos. Tenía  convicciones muy marcadas que se manifestaban a la hora de defender sus principios.

-¿Qué significaba el fútbol para él? -Ale era un apasionado del fútbol, tanto como jugador como director técnico. Pregonaba el buen juego, el buen trato de pelota y no renunciar al intento en cada jugada. Le gustaba mucho hablar de fútbol, podía estar horas hablando con quien quisiera escucharlo. Además, era muy claro para transmitir conceptos futbolísticos.

-¿Cómo fue acompañarlo en su lucha contra la leucemia? -Fue un proceso de un año, con altibajos, donde por momentos creímos que podía curarse de esta enfermedad y un final triste que deja un sabor amargo, ya que lucho hasta lo último de una manera admirable.

-¿Con qué momentos te quedás?-Me quedo con los momentos compartidos como compañeros en una cancha de fútbol, nuestras experiencias como entrenadores en distintos lugares del país y de Centroamérica y principalmente con lo vivido en Costa Rica.

-¿Cuál fue la última charla que tuviste con él? -Las charlas con el estaban vinculadas a proyectos, por suerte pude acompañarlo hasta el final y que sintiera mi presencia en sus últimos momentos de su vida.