“La última y definitiva justicia es el perdón”, repetía Miguel de Unamuno. Sin embargo, esa idea no puede traspolarse a todos los casos, mucho menos a aquellos que significan heridas que difícilmente puedan cerrar. El 3 de enero de este año aparecía enterrado en el gallinero de una casa el cuerpo de Juan Antonio Giannini (58), un remisero que había sido visto por última vez el 30 de diciembre cuando salió de su casa para realizar un viaje. “Enseguida vuelvo”, fue lo último que le dijo a su mujer, Alicia Flórez, aquella calurosa tarde de diciembre cuando todos se preparaban para celebrar el año nuevo. Ese día, Giannini dejó estacionado su auto VW Polo gris y caminó hacia la casa de Margarita Ponce (50), empleada doméstica, quien lo había llamado para hacer un viaje a Carrefour. En el vehículo dejó los cigarrillos, la billetera con dinero en efectivo y sólo se llevó el celular y otra billetera que tenía con su documento y su licencia de conducir. Desde ese momento nada más se supo de él. Mientras las horas y los días pasaban, y los rastrillajes no arrojaban ningún rastro esperanzador, una declaración cambió el curso de la investigación. La mujer que habitaba esa casa se quebró y confesó lo que había ocurrido ante el fiscal del distrito, el doctor Rodolfo Moure.  Dijo que Gianini había muerto en su casa –aunque no aclaró de qué manera- y que tras su muerte lo había enterrado en el patio, en un gallinero ubicado entre esa finca y una propiedad lindante. En pocos minutos, el fiscal consiguió una orden del juez de Garantías en turno y allanó la que, enseguida, fue bautizada la casa del horror. El operativo duró cuatro horas. Los vecinos, amigos y conocidos de Giannini, además de los curiosos aguardaron en silencio hasta que la unidad de traslado de una funeraria se llevó el cuerpo hacia Mar del Plata donde le practicaron la operación de autopsia que reveló que su muerte había ocurrido por causas naturales. Al no poder imputarle la comisión de un delito, Ponce recuperó la libertad aunque se dijo que podía  enfrentar cargos por falsos testimonios. En el mes de febrero dictaron su sobreseimiento en la causa, aunque quedaba pendiente la imputación de falso testimonio que mantenía el fiscal. En tanto, el 6 de abril fue citada a la unidad fiscal local pero no declaró.  Su abogado, el doctor César Molina, hizo un planteo de nulidad en esa ocasión y pidió su sobreseimiento cuestión que ratificó la doctora Rosa Frende, a cargo del juzgado de Garantías N° 3 de Mar del Plata. Esta decisión fue apelada por el fiscal Moure y es ahora la Cámara de Apelaciones la que tiene que resolver, aunque muchos descuentan que ratificará el fallo de primera instancia. La imputación del fiscal a Ponce –que quedó en libertad tras el informe de la autopsia, es decir a pocos días del hecho - está relacionada con los dichos de Ponce antes de finalmente confesar donde se encontraba el cuerpo de Giannini. 

Otra instancia. Si la Cámara finalmente confirma el fallo de primera instancia, Margarita Ponce quedará a un paso de la absolución total y libre de culpa y cargo. Así la causa podría archivarse, aunque por decisión de la familia Giannini podría recurrirse al Tribunal de Casación o bien a la Suprema Corte de Justicia de la provincia de Buenos Aires, aunque muchos descuentan que el resultando de esa gestión no sería muy distinta a la obtenida en el Juzgado de Garantías.

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